Opinión

El enviado

Ignoro cuáles han sido las razones que le han valido a Óscar Puente para recibir el nombramiento de ministro de Transportes, pero inspirado por sus comportamientos, me atrevo a sospechar que no son precisamente su delicadeza y tacto las virtudes que le han valido ocupar el puesto. Cierto es que ser a día de hoy ministro de Transportes es como no ser casa nada si comparamos con el poder y la capacidad de mover presupuestos que tenían los de antaño. Hoy, cuando no hay un duro para nada, abordar una obra pública es un sueño, y al ministro debería bastarle con cuidar lo que tiene y hacerle algunos remiendos a lo que hay para ocupar su tiempo. Nada más recibir su nombramiento, recomendó a los vigueses que acudieran a los Reyes Magos si querían tener el AVE que todos los ministros del ramo llevan prometiéndoles sin que se cumpla ninguna de esas promesas. De hecho, muchos de los vigueses incluyeron tal petición en su carta de las Navidades recientes pero también se quedaron con las ganas. A los más afortunados, los magos de Oriente les dejaron en la ventana un tren eléctrico.
De todos modos, el ministro es un ser necesario en este Gobierno. Ni se inmuta cuando los pasajeros han de salir corriendo porque la máquina de uno de los ferrocarriles en el que viajan se ha incendiado, y unos días antes de publicarse su nombre en el BOE tuvo una bronca  descomunal en un vagón con un viajero que le recriminó su defensa de la amnistía. Pero se ocupa de otras cosas  por ejemplo, agarrar por la solapa a los disidentes y meterlos en cintura. Emiliano García Page recibió una visita de este emisario de Moncloa y tardó minutos en replantearse sus reflexiones sobre  el tratamiento del procés. Tragó saliva y mudó de comportamientos.
Ayer, el ministro ofreció dos nuevas facetas de su amplio cometido ninguno de ellos relacionado con la materia en la que se ocupa su ministerio. Trató de sinvergüenza a una diputada castellanoleonesa en sus redes sociales, y afirmó tan tranquilo que concediendo la amnistía aliviábamos de trabajo a los magistrados lo cual no podía significar otra cosa que agradecimiento. Aunque cueste trabajo creerse, este señor es ministro de la Corona. Por tanto, cualquiera puede serlo.
 

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