Opinión

Bendita nueva tecnología

La contribución de las nuevas tecnologías al razonable trascurso de un confinamiento que han hecho más llevadero no es materia de la que se pueda dudar. Gracias en buena parte a las herramientas que nos suministra estas novedades y que proponen espacios de encuentro virtuales obtenido gracias a estos novedosos canales de comunicación, hemos seguido manteniendo vivas y  muy activas las relaciones personales y nos han servido de consuelo en las largas horas de existencia en los marcos más o menos estrechos de nuestros habitáculos personales. Es evidente que la lectura, la cocina, los instrumentos musicales, el ejercicio casero y el bricolaje también han participado activamente, pero la informática ha sido crucial.

Las diferentes redes de comunicación social han permitido seguir viéndonos el rostro, la expresión, el color y el calor, el estado de ánimo… los sentimientos en definitiva, aunque sea a través de una pantalla de cuarzo líquido, que menos de una piedra. Hay un campo infinito y todavía muy tímidamente  explorado en el pujante territorio virtual del ciberespacio, ese universo paralelo que los más veteranos contemplamos con lógica desconfianza pero que las generaciones más jóvenes recorren sin parar como quien toma un taxi en la parada que hay en la esquina de su calle. Hace unos días, conecte gracias a uno de esos múltiples sistemas de conexión audio y vídeo con los que hoy contamos y de los que nos beneficiamos a estas fechas, y ambos nos maravillábamos –él con destino en la embajada española en Budapest y yo en mi casa de Vigo- de la situación, reflexionando sobre ella y sobre el hecho de que hace unos años este ejercicio, ahora mismo cotidiano, aparecía en los libros y las películas de ciencia ficción. 

A la hora de contabilizar algunos hechos que pudieran deslucir la bondad del fenómeno y puestos a detectar tímidos defectos, sospecho que el único que puede argumentarse es ajeno al sistema y solo propio de nuestra condición de humanos. Los chats no pueden convertirse en tribunas políticas en las que cada cual vierte su propia hiel en círculos que comparte con otras gentes de diferente pensamiento. Hay que aglutinar más que encabronar, y los hay que aún no se han enterado. La libertad propia termina donde se atropella y se maltrata la de los demás. 

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