Opinión

¡Omnia vincit amor!

Pues, dilecta leyente, la insolidaridad, el hedonismo y la soledad parecen factores que influyen en la celebración de ciertas bodas. Así, en la elección del rito unos se casan por lo civil (ante el Alcalde o Concejal), otros por lo “criminal” (ante el Juez o Secretario del Registro Civil) y otros por lo religioso, dentro de las distintas confesiones. (Parece que la moda es hacerlo por el rito zulú).

Luego está el lugar del enlace (que tiene tela), desde el clásico viaje a las Vegas para inmortalizar el ridículo con un falso Elvis de padrino, hasta hacerlo sumergidos en el mar vestidos de submarinistas. Claro que hay quien prefiere el aire, tirándose en paracaídas. Luego están los que eligen hacerlo colgados de un arnés, en la montaña rusa, en una funeraria, en una colmena de abejas, utilizando como único vestido estas “melíferas” pegada al cuerpo, el museo de los horrores,  etc. (¡Pobre oficiante!).

Después está la elección del contrayente. Hay bodas  que parecen responder al “trastorno de identidad disociativo”. En Italia se acaba de conocer el caso de Laura Mesi, la primera mujer italiana que se casa consigo misma, (yo mi me conmigo), prometiendo amarse para toda la vida (que equivale a la frase tradicional “hasta que la muerte os separe”); parece que adoptó esta decisión tras un fracaso sentimental. La ceremonia, sin repercusión legal, fue oficiada por un amigo, pero tuvo toda la parafernalia propia de una boda civil, con vestido blanco, propio de las novias tradicionales, centenares de invitados, sin que faltara la tarta nupcial y, cómo no, el viaje de novios, sólo con novia Claro que no hay que olvidar que ya antes, otro italiano, un peluquero llamado Nello Ruggiero, también de 40 años, había hecho lo mismo, bajo el pretexto de que “No podré amar a nadie como me amo a mi mismo”. Las razones que dio fueron que con ello pretendía dar una satisfacción a sus ancianos padres, cuyo sueño era verlo casado, y que “Vivimos en una sociedad que te margina a los cuarenta si eres soltero”.

En Inglaterra, otra mujer que se casó consigo misma fue Sophie Tanner, también frisando los cuarenta tacos, y es que parece que aumenta el número de personas que a una cierta edad, que suele coincidir con los cuarenta, recurren a este método. Pero aún tiene más enjundia cuando la boda es con animales, incluso con una cobra o un robot, de lo que hay insólita constancia.

Claro que no hace falta salir del país para ver bodas originales: En Lorca, la concejala de seguridad acaba de casar a dos perros, no se sabe si del mismo o distinto sexo.  ¿En caso de muerte de uno de los contrayentes, tendrá el supérstite derecho a la pensión de viudedad canina? ¿Y en caso de la clásica infidelidad perruna, habrá divorcio?¿ ¿Quién se quedará con la caseta matrimonial? Quién pasará la pensión alimenticia a los cachorros? ¿Será custodia compartida o con derecho de visitas? Todas estas y cuantas otras preguntas se le ocurran, hágaselas a Belén Pérez, la oficiante y responsable de tan extravagante desposorio.

Por el contrario, en Vigo, la juez del Registro Civil, impidió una boda porque los contrayentes no iban con el atuendo adecuado. Claro que poco hay más adecuado que el traje tradicional gallego que llevaba María. Berto iba de Jack Sparrow, algo que, si nos ponemos estupendos, tampoco parece tan inadecuado para esta urbe marinera, pero debió elegir a Francis Drake, más rea, y que no en vano asoló esta ciudad; lo que le daría un toque de historicidad. En cualquier caso, la oficiante tiene obligación de identificar a los aspirantes al marriage, al  menos viéndoles el careto (no la careta). El resto ya lo han desmenuzado las crónicas sociales y también obra en los archivos judiciales.

Claro que todavía sigue habiendo bodas a la vieja usanza, al más puro estilo tradicional, como la de Candela y Javier, que se casan el mes que viene, tras el paréntesis viral, con cura y hasta bendición papal, para que la cosa perdure y tengan tiernos chinorris. El evento se llevará a cabo en la antigua Colegiata de Baiona, cuyo “chota” a la par que oficiante, es el padre Alberto Cuevas, quien refiere, con confidencialidad, que es una pareja de pipiolos que están muy enamorados. Luego, bienaventurada pitanza en el Parador. 

¡Omnia vincit amor!

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