Opinión

El deporte tan español de transgresión de la legalidad

Pues sí, dilecta leyente, Playa América estuvo como casi todos los veranos. Gente en la arena y hasta alguno en el agua; solo que por el paseo se corría riesgo de infarto. Allí juntos, y al mismo tiempo, te encontrabas con ciclistas, perros, cochecitos de niño, patinetes, coches de inválidos y demás obstáculos para el simple e indefenso peatón. De nada sirven los carteles prohibicionistas, porque no hay agentes para hacer cumplir la norma, y por ende evitar ese deporte tan español, que es la transgresión de la legalidad.
Ibas andando y te tropezabas con un perro suelto, o lo que es peor con  correa extensible que te enrolla y te tira al suelo. Seguías adelante y  cuando tratabas de evitar que te arrollara el cochecito, te envestía el ciclista por detrás.

Te levantabas y te atropellaba el niño del patinete, volvías al suelo y cuando girabas la cabeza te encontrabas con un perro en tus narices que te estaba oliendo y con fines deshonestos.

Ahora sólo falta que se ponga de moda por aquí el mushing, que es una especie de moda retro, basada en los tiempos de búsqueda de oro en Alaska. Una forma de transporte nórdica caracterizada por el uso de perros de tiro y esquís. Y que en su versión moderna se ha convertido en un deporte, que algunos asilvestrados practican en las aceras.
El término proviene de una orden, en lengua francesa, de iniciar la marcha: mush, como “adelante”, y al corredor de esta modalidad se le denomina “musher”.

Existen diversas modalidades, y así, a falta de nieve se acostumbra a suplir el esquí por un patinete o bicicleta. En el modelo más corriente, se utiliza un solo perro que por medio de un arnés se ata a la cintura del musher y se estimula al chucho a correr.

Sinceramente, tal como están las cosas por este paseo, tampoco creo que se notara tanto. El problema para el musher es que haya una perra en celo, pues puede ir a parar a “canislandia”.

En la ingenua confianza de que el alcalde socialista ponga coto al irredento desmadre (eso sí, eximiendo de la calificación de “obstáculo” y, por el contrario, mostrando pleno respeto, incluso dándoles preferencia,  a los cochecitos de niños e inválidos), me voy a “Xuntos” a comerme unos calamares guisados, con posterior chupito de licor café. ¡Así de básico que es uno!

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