Opinión

Ángeles custodios

Tenemos unos políticos mediatizados por inconfesables prejuicios que les determinan a elaborar normas penales ineficaces para cumplir los fines de prevención general y especial de la pena (afortunadamente estamos en la UE en donde tienen más tradición democrática, y la tendencia es hacia una progresiva homologación). Unos jueces más preocupados por las formas (que las sentencias, cual partidas contables, “cuadren”) que por el fondo (que los culpables sean condenados) y unos periodistas que sólo parecen buscar el morbo de la noticia. A cuyo “mare mágnum” se suman impostores santones, predicadores, en nombre de no se sabe qué religión, de la convivencia entre lobos y corderos, integrando la panda de fuleros que proclaman la tolerancia…con los derechos ajenos.
Ahora se llevan las estadísticas y las encuestas. No se trata de enseñar ni de informar, sino de saber lo que opina la mayoría, para satisfacerla. Y a ello se aplican, sin recato, políticos y medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, siguiendo al gran maestro del teatro “El vulgo es necio y pues lo paga, es justo hablarle en necio para darle gusto”, mientras los criminales siembran de terror, vergüenza y luto la calle
En la calle trabaja el policía, caminando con paso firme, derecho e impoluto, entre añagazas e inmundicia, aséptico y sensible a la vez en un mundo cruel, mientras observa la impunidad con que prosperan algunos facinerosos que gozan, no obstante, de cierta consideración social, en tanto él, que tiene todas las facilidades del mundo para lucrarse, soporta estoicamente la tentación, a pesar de que su exiguo sueldo apenas le permite llegar a fin de mes.
Querido por unos y odiado por otros, incomprendido la mayor parte de las veces, intenta con más voluntad que medios despejar la ciudad de malvados, mientras protege a la buena gente. Mitad soldado y mitad monje, lo mismo se la juega en un tiroteo con asesinos, que ayuda a cruzar la calle a una ancianita o devuelve el gato perdido a la niña de los ojos tristes.
Algunas veces saltan a los medios de comunicación ciertos hechos desafortunados, achacados a policías,; pero si echamos mano de las matemáticas, veremos que el porcentaje tanto de errores como de deserciones de estos servidores del orden es ínfimo comparado con cualquier otro colectivo, nacional o extranjero, de similares características de riesgo, y creo que es justo que a esta inmensa mayoría de hombres y mujeres abnegados y honestos les brindemos, al menos, un silencioso homenaje, pues hay que reconocer, como dice Juan Guerra, que “es difícil pasar el Niágara en bicicleta”.

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