Opinión

Romanos y vikingos

Abrirá este verano en la Ciudad de la Cultura de Santiago y también en el Museo del Mar, en Vigo, una exposición sobre las huellas vikingas, más importantes que la romería anual de Catoira. Hay tres teorías, no excluyentes entre sí, sobre el origen de Vigo: la ortodoxa romana, la alternativa castreña y la vikinga. La primera es la más sólida: hacia el siglo -I llegaron los romanos y decidieron fundar un “vicus”, que es el tratamiento que daban a los asentamientos que no tenían carácter administrativo de municipio, lo que parece una maldición. Ese vicus creció y dio lugar muchos siglos después a Vigo. La teoría es redonda, pero tiene una falla: Vigo es el segundo municipio de Galicia con más restos romanos, tras Lugo, lo que casa mal con un poblado sin importancia. Eso sin contar con las mayores salinas de toda la costa atlántica romana.

La alternativa, que defiende entre otros César Crespán basándose en textos históricos, es que el nombre procede de Vico, que era -y es, aunque ahora se llama Bicos- el punto más al sur de las Cíes. Según esta teoría, los navegantes romanos denominaron al poblamiento original Castro del Cabo Vico y de ahí derivaría más tarde el nombre, en confusión con el romano Vicus.
Pero el más llamativo es el que liga Vigo con el normando Wig, que se refiere a un tipo concreto de bahía, la que se adentra profundamente en tierra. Se sabe que el topónimo O Vicedo, un municipio vecino de Viveiro en el Cantábrico, proviene de “Wig”. Y los mismos que han confirmado este dato, mantienen que sería el mismo caso para Vigo, que se denominaría a partir de la Alta Edad Media, Vigo o Vico. Los vikingos estuvieron por aquí y quizá dejaron huella.

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