Opinión

Don Ventura

Casi a la misma hora en que los organizadores del -desde siempre muy oficialista- Entroido vigués quemaban en efigie a Alfonso Rueda, como antes lo hicieron con Feijóo, y salvaban del fuego a los voluntarios de los pélets como “ninots indultats” falleros, fallecía Ventura Pérez Mariño. Entre junio y diciembre de 2003, Pérez Mariño fue alcalde de Vigo. Un mal alcalde, y así hay que decirlo, porque no entendió en qué consistía el puesto ni mucho menos un gobierno de coalición con el BNG, que le había aportado los votos para acceder al cargo. Eso le costó perderlo todo en apenas seis meses tras un período traumático y que, sin embargo, se resolvió por otras razones. Sobre todo, una: que la Diputación de A Coruña estaba sin constituir y el BNG exigió la cabeza de Pérez Mariño para darle la llave provincial a Paco Vázquez, que entonces era el jefe. Y así lo hizo el PSOE: cambió la Alcaldía de Vigo por la Diputación de Coruña y Corina Porro se convirtió en alcaldesa, la segunda del PP. 

Todo eso es historia pasada y una buena parte de los vigueses probablemente ni sepa quién fue Don Ventura.  Yo lo traté durante una corta temporada y tengo para mí que nunca estuvo a gusto al frente de la Corporación municipal. En todo caso, no deja de ser historia de la ciudad, quizá muy pequeña. No obstante definió lo difícil que es un gobierno de coalición. Las dos primeras experiencias municipales BNG-PSOE, con Lois Castrillo, y PSOE-BNG, con Mariño, resultaron fallidas y acabaron mal. La tercera y última, ya con el actual regidor en su primer mandato, supuso un éxito para el titular y desastre para los nacionalistas, que en ocho años pasaron de tener la Alcaldía a acabar desapareciendo de la Corporación. Ahora parece el proceso contrario, aunque el pasado julio el BNG se llevó un varapalo. Lo que confirma que nada es seguro.

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