Opinión

Lo dijo Tarradellas: "En política se puede hacer de todo menos el ridículo"

Lo dijo Tarradelas, más que nunca recordado estos días, dada la degeneración intelectual de las voces del propio nacionalismo catalán. Había que ver la cara que le quedó a Pedro Sánchez luego de que sus consocios de Junts, que se lo habían advertido desmontaban una pieza esencial para la continuidad de su obra de Gobierno. Casi era imposible aguantar la risa. Cuando se sigue en perspectiva todas las secuencias de este episodio hasta llegar a este momento cumbre uno se imagina el guión de la excelente película que hubiera hecho Berlanga con este argumento. Vuelta a empezar. Aparte del proceso técnico-administrativo de la proposición de Ley de Amnistía, ya parcheada conforme las exigencias de Puigdemont, cabe preguntarse si, visto los antecedentes, el PSOE, o sea, el Gobierno de Sánchez verá la forma de vestir que ni la traición ni el terrorismo genérico queden fuera de la cobertura total, aunque eso ya rebase todos los límites de la dignidad del Estado. Pero, ¿qué más da? ¿Y si no se cede, qué? De las diversas escenas de esta película, destaca los planos de escorzo de la presidenta del Parlamento, Francina Armengol, asistiendo impasible, sin la menor objeción, mientras diputadas de la mayoría de progreso insultaban y acusaban con nombres y apellidos a dos magistrados en ejercicio, rigor que reserva para mejores ocasiones.
El secretario general de JxCat, Jordi Turull, ha advertido al PSOE que si no se aprueba una ley de amnistía "integral" que se aplique de manera "inmediata" estaría incumpliendo el pacto para la investidura, que era "para resolver el conflicto político" entre Cataluña y España: "La base era la ley de amnistía y que no quedase gente pendiente. Si esta base falla, al resto no hace falta ni que lleguemos". La ley de amnistía debe cubrir "a todos los represaliados" del proceso soberanista, desde las causas del 1-O hasta los CDR de la operación Judas o el "caso Volhov". La portavoz de JxCat en el Congreso, Míriam Nogueras, remacha que la ley de amnistía debe ser una ley que proteja "del mal uso que hace la cúpula judicial española" de las normas.
En la historia del parlamentarismo español no creo que haya habido episodio parecido al modo en que se ha elaborado la Ley de Amnistía, ni que su recorrido haya demostrado la versátil amoralidad y cinismo de quienes acabaron alabándola como una pieza maestra del Derecho, al amparo de la Constitución, cuando apenas meses atrás era anatema inadmisible e inencajable desde todos los ángulos. Los españoles asistimos perplejos al modo en que Sánchez y su partido se fueron acomodando a las imposiciones del fugado, blindando la famosa ley para que no quedara recoveco alguno que permitiera aplicar el vigente Código Penal a actos tan evidentes como fotografiados. Ya por lo menudo, aunque en su día Sánchez tomó las adecuadas previsiones. Conviene recordar de nuevo el modo chulesco con que Rufián advirtió a Sánchez, desde la tribuna del Congreso que se ande con cuidado, no sin antes recordarle que ya le impusieron la reforma del Código Penal en la dirección adecuada que ahora perfeccionaba la amnistía.
Un brocardo latino se refiere al caso presente de este modo “legem, quae prodest certis subditis”, o sea una ley ésta de la amnistía que podría o debería, ya puestos, porque es una ley particular, con el nombre, los hechos, las circunstancias y los detalles de sus beneficiarios concretos. Los ataques a los jueces a los que se acusa de delinquir por su afán de investigar y aplicar la ley, son apenas una parte del conjunto de despropósitos sucesivos cuya finalidad es simplemente que Sánchez pueda seguir sin agobios en la Moncloa. Pero parece inconsciente de su propia inseguridad, ante las nuevas exigencias de Junts, que no se cansa de decirle que su objetivo es la independencia y no ayudar a la gobernabilidad de España.
Atentos, pues, a las nuevas emociones que nos esperan en la Comisión de Justicia del Congreso. De entrada, se volverá sobre el dictamen con las enmiendas relativas a la extensión del perdón a determinados casos de posible terrorismo vinculados al procés incorporadas, que ya estaba bendecido. Pero ahora volverán a ser creativos, a ver el modo de que las palabras digan una cosa que encaje y satisfaga al fugado en Bruselas. Ya no caben nuevas enmiendas ni recuperar las que ya habían sido tumbadas, aunque sí se podrían recomponer la que no decayeron. Y veremos cómo meten en el saco lo de la traición y todo lo que exige Junts con claridad (El asalto al Prat, o impedir la libre circulación de los ciudadanos por vías públicas, provocar incendios y saqueos y atacar y lesionar a los policías, etc., aparte de la malversación ya sanada de los alcaldes). El traje reformado volverá cuanto antes se pueda al Congreso, esta vez para su aprobación definitiva, si a Puigdemont le place y Sánchez se traga su enésima línea roja. 

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