Opinión

Sánchez sigue los pasos de Pablo Iglesias

La fascinación por las cámaras, siempre presente en esos afectados por el síndrome de Hubris que son los políticos, crece exponencialmente cuando de campañas electorales se trata. Eso explica las grandes controversias, previas a cualquier jornada ante las urnas, acerca de cómo, dónde, cuántos y con cuántos, han de celebrarse los debates ante las televisiones. Pedro Sánchez los anhela, convencido de que, en un cara a cara', barrería a su principal oponente, Alberto Núñez Feijóo. Y quiere dejar fuera a otros actores, como Yolanda Díaz o Abascal, que podrían deslucir la presunta 'barrida' al, en realidad, único rival, es decir, el presidente del PP y líder de la oposición. Pero, mientras llega o no el duelo al sol, Sánchez ha decidido... entrevistarse a sí mismo. O bueno, entrevistar a 'sus' ministros, en un plató montado por el PSOE, con muchos entusiastas como público, pero ningún periodista. Y claro, no son unas entrevistas demasiado molestas, no. Ni para los ministros 'entrevistados' ni, claro, para él, el entrevistador/entrevistado.

Hay que agradecer a Sánchez su esfuerzo por hacer en una campaña electoral (o precampaña, da lo mismo) algo diferente al clásico mitin gritón y aplaudidor; no seré yo quien condene estas nuevas formas, ideadas, me parece, por algún asesor externo a La Moncloa, que sabe bien cómo provocar titulares, pero no cómo evitar que sean tan efímeros que constituyan apenas flor de un día. ¿Quién se acuerda ya, por ejemplo, de aquella oferta de cine a dos euros para jubilados? ¿O de la demanda del 'número tres' socialista, Santos Cerdán, contra algunos periódicos disidentes a los que acusaba nada menos que de publicar encuestas ilegalmente, demanda que, por cierto, la Junta Electoral ha rechazado de plano?

Pues eso: que el Sánchez entrevistador (y entrevistado), emulando a ese Pablo Iglesias que, al frente de su televisioncita, se cree una especie de Walter Cronkite, o de Franganillo, o de Iñaki Gabilondo, pero en periodista 'por libre', quizá acabe siendo fichado, si pierde las elecciones, por alguna radio como tertuliano, como ya le ha ocurrido a la que fue su vicepresidenta Carmen Calvo, o a su no tan querido vicepresidente, el mentado Pablo Iglesias. Podrá así lucir sus ternos de pantalón-pitillo y sus calcetines de topos, tipo Trudeau o incluso Biden. Guapote que es el presidente 'estrella' televisiva.

Y mientras, el pobre Abascal, con sus chaquetas demasiado ajustadas, protestando porque no le llevan a 'El Hormiguero', que se ha convertido, el señor Motos digo, en el gran referente de esta campaña loca llena de contradicciones de futuro sobre quién nos gobernará: ¿un PSOE con adherencias críticas de Sumar? ¿Un PP con el aliento de Vox en la nuca, como en Valencia? ¿Renunciando a ese aliento, como en Extremadura?

Bueno, de nada de esto oirá usted hablar en las entrevistas de Sánchez con sus ministros más 'técnicos' y capaces, aunque a él, no como él a los periodistas que le entrevistan, le dejan repreguntar. Lo que los asesores a los que Sánchez habría de despedir cuanto antes deberían meditar es que, lo mismo que la demagogia de Pablo Iglesias no funciona ante las cámaras, las buenas noticias, los panoramas siempre rosados, no son noticia. Ni dan votos.

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