Opinión

El periodismo local es imprescindible

Preocupa cuando la prensa debe hablar de sí misma. Pero en un momento tan excepcional es inevitable exponer una realidad alimentada por contextos y actores acelerados por el covid: la importancia de los periodistas ante la desinformación, la fortaleza del modelo local y ciertas maniobras políticas. Estas realidades se han ido entremezclando en los últimos once meses mientras los medios, inmersos en un proceso de buscar la rentabilidad digital, veían cómo se reajustaban las prioridades y las redacciones se afanaban en contarlas: contagios, muertes, persianas bajadas, bulos en las redes. Pocas veces hubo tanto trabajo; nunca se registró tanta audiencia y tan poca publicidad. Entre sacudidas y en ese entorno de incertidumbre llegaron los ERTE a la gran mayoría de los grandes grupos de comunicación. Por desgracia el arranque del 2021 no ha servido para empezar a despejar nubarrones. Al contrario. 

Igual que le ha pasado a tantos otros sectores este gran esfuerzo colectivo no ha encontrado diálogo en el Gobierno central. “Es esencial proporcionarles (a los medios de comunicación) el apoyo financiero y la liquidez adecuados, permitiéndoles capear el actual temporal económico”. No lo dice un editor, lo remacha la Unión Europea en una comunicación de diciembre en la que insta a “acelerar la recuperación, transformación y resiliencia” de esta industria. Pero al contrario que países como Italia, Francia o Dinamarca, España no ha querido hasta el momento atender las justas demandas del sector, confundiendo la necesaria distancia con el peligroso desdén o, peor, una calculada estrategia. Ahora, si el plan específico para los medios con fondos europeos se reduce -como ya ha publicado El Español- a un paquete de 28 millones de euros y algún otro proyecto de grandes cabeceras se concretará otro sobresaliente error. A nivel económico, por no calibrar la importancia y la profunda capilaridad de una industria que, con datos de Deloitte, generaba en España antes de la pandemia 6.000 millones anuales y 20.000 puestos de trabajo directos -sumen otros 16.000 indirectos-. Un gran motor de empleo singularmente local, con diarios que tras suturar viejas heridas demuestran su competitividad y viabilidad frente a proyectos como el de RTVE, que además de exigir al contribuyente y perjudicar al sector provoca sonrojos ante su evidente deriva partidista, plasmada estos días en ese ya famoso rótulo contra la princesa Leonor. Después, el otro plano del error gubernamental será social, al obviar que una democracia plena necesita un periodismo plural y fuerte y que, como también recuerda la UE, “las empresas informativas son tanto un sector económico como un bien público”. 

Un bien público que en España se imprime, aunque a veces se olvide en Madrid, de forma descentralizada: el país se escribe a través de un ecosistema formado por casi un centenar de periódicos y en el que los locales y regionales triplican en su conjunto la difusión de los nacionales. Y es así como debe ser entendido. Porque solo de esta forma se evitan los desiertos informativos y se cubre el 100% del territorio, algo vital también ante la despoblación. “Contar y andar es la función del periodismo”, decía Chaves Nogales para describir el camino diario de tantos periodistas cosidos a la tierra a la que dan voz, hueso y carne. Esta resistencia adquiere la máxima relevancia en el norte peninsular: ahí están los EGM, el OJD o el reciente estudio de Periodismo 2030 para apuntar los liderazgos locales en cada provincia, la avidez por la información del entorno o cómo medios como este han podido ya no solo soportar la caída en difusión, sino incluso crecer en la década 2009-2019. Todo gracias al lector que pasa la página o entra en la web impulsado por el mismo apego por su periódico que tuvieron antes sus padres y sus abuelos. Un diálogo entre la comunidad y su medio que explica cómo estas centenarias cabeceras han superado guerras, dictaduras, depresiones y pandemias. Por supuesto, nadie es perfecto y todo el mundo comete errores en su misión. Pero siendo el último fin del diario local la lucha por el futuro de su territorio creemos que el balance es positivo.

A su papel dinamizador económico y territorial, los propios ciudadanos reconocen a esta prensa como el medio más fiable, también frente a esas televisiones regaladas a oligarcas para los que, en muchos casos, informar es la última prioridad. Un rol de credibilidad clave en un momento en el que un buen porcentaje de los nativos digitales se “informan” en redes repletas de mentiras, superficiales “youtubers” y peligrosas medias verdades. Por esto resulta tan incomprensible que los sucesivos gobiernos se hayan olvidado de incentivar campañas pedagógicas para llevar los periódicos a la escuela y a la ciudadanía. Volviendo a otros países, y superados cíclicos esnobismos, en lugares tan avanzados como Japón los diarios en papel siguen vendiendo millones de ejemplares cada mañana.  

Doscientos años después de que Napoleón dijese que “cuatro periódicos hostiles son más peligrosos que mil bayonetas” todo ha cambiado para acabar en un sitio similar: la industria informativa reverdece como vigía ante los abusos y también frente a muros como los construidos el último año. Porque si en el vacío cualquier poder tiende hacia el autoritarismo -y por eso necesita ser contrarrestado con la oposición en los parlamentos y periodistas en los medios-, las restricciones del coronavirus han servido de pretexto para normalizar la excepción y reforzar la opacidad, evitar al Congreso o estandarizar las ruedas de prensa sin preguntas ni repreguntas. Por eso la recuperación sanitaria deberá venir acompañada de la revigorización inmediata del espacio público. Lo contrario sería tan inadmisible, y tan peligroso para la estabilidad del sistema, como los efectos corrosivos del populismo bajo el que se alinean políticos de izquierdas y derechas para apuntar a los medios con una frecuencia inédita desde la Transición. Frenar estas derivas es una de las claves para que entre todos podamos cumplir con otro desafío vital para el futuro: salir de esta crisis con una democracia fortalecida. 

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