Opinión

Sánchez-Feijóo: el debate

Uno por conquistar el poder y el otro por conservarlo. Ese es el sentido de la carrera de sacos inaugurada con las impacientes exposiciones públicas de Sánchez y Feijóo de unos días a esta parte. El oscuro objeto de deseo es el palacio de la Moncloa, con meta volante en las elecciones territoriales de mayo. Y en esas estamos.
Lo último es el paseo sevillano del presidente. Con la indeseable banda sonora de abucheos y pancartas antisanchistas que han circulado por las redes sociales y los medios informativos convencionales. El episodio nos recuerda que las encuestas y la calle van de la mano en una opinión pública sedienta de moderación y centralidad.
Los efectos de este primer reencuentro de Sánchez con la gente en la calle apenas van a verse compensados por el evento de este lunes en Moncloa, pensado para que el presidente responda en vivo a las inquietudes, reflexiones y propuestas de 50 ciudadanos elegidos entre los 250.000 que, según la Secretaria de Estado de Comunicación, se han dirigido al Ejecutivo a lo largo de la presente Legislatura.
Toda la atención política y mediática se centra ahora en el cara a cara del presidente del Gobierno y su alternativa, Núñez Feijóo, que se enfrentarán en el Senado con la "política energética y su contexto" como eje del debate previsto para este martes.
La evidente desigualdad del formato (Feijóo solo dispone de quince minutos, mientras que Sánchez puede hablar sin limitación del tiempo) es una trampa que, según cómo se desarrollen las cosas, puede acabar favoreciendo al líder del PP. Eso podría ocurrir si Sánchez insiste en sus frecuentes descalificaciones del adversario. Por ejemplo, si vuelve a caracterizar a Feijóo como un pelele en manos de las grandes empresas y la "derecha mediática".
Por su parte, Feijóo ha claveteado en Los Desayunos de Europa Press las líneas generales de su discurso. Alta. En su confesado propósito de trabajar por "la España de la moderación", reclamará una rebaja del IVA del gas y la electricidad para todo el invierno, no prescindir de ninguna fuente generadora, pedir a Sánchez que deje de insultar al PP ("Un claro síntoma de debilidad") y no caiga en la tentación de canjear cheques por votos, más sacrificios al sector público (no solo al privado), etc.
Parece razonable. Sin embargo, todo parece indicar que Sánchez no se jugará el apoyo de sus socios de investidura a cambio de un acercamiento al PP, que es la alternativa verosímil de poder. Por el contrario, mantendrá un discurso radicalizado, al gusto de sus socios republicanos y plurinacionales. Y, a mi juicio, no es así como podrá revertir el ocaso del primer gobierno de coalición de la democracia, afectado de una severa crisis de credibilidad.

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