Cartas al director

¿QUÉ HAN VOTADO LOS ESPAÑOLES?

Agosto. Me gusta el verano. No sólo por el sol, el calor, los chiringuitos y los furanchos, sino también por los encuentros con familiares y amigos que durante el resto del año dejamos de tener, ya sea por el estrés, las prisas, los colegios de los niños o por todo a la vez.

Este fin de semana ha sido uno de esos momentos especiales en los que te reencuentras con esos amigos. Primero en un partido de pádel para ver quién cojea menos o quién tiene mejor la espalda. Y después con un buen almuerzo en el cual lo de menos es precisamente eso. Aprovechas el vino para dar un repaso, primero a tu círculo de confianza, empezando por cómo estás continuando por las parejas o la falta de ellas, los hijos, los padres, siguiendo por el resto de tu generación y rematando con la situación de tu comunidad de vecinos, la de tu país y la del origen del universo.

Pero todos sabemos que no es hasta las postres, cuando se va a empezar a hablar inevitablemente de la situación económica y sobre todo de la política. Te empiezas entonces a poner como el flan que te estás comiendo, esperando que empiecen a caer meteoritos, que se levanten los zombies de las tumbas y que retumben las paredes porque sabemos que cubrimos, como encuesta de libro, todo el espectro ideológico. Desde los que piden tarta de queso hasta el helado de cucurucho, pasando por la tarta helada o el coulant.

Sin embargo, cuando por fin han traído los cafés, redescubrimos que no ha habido ni maremotos ni cataclismos, sino que hemos vuelto a coincidir en las cosas esenciales. Una es, saber porqué se ha hecho tan famoso el publicista de la mafia y no es por otra razón que por su célebre slogan “la familia es lo más importante”. La otra, es que el menú actual es muy mejorable, a pesar de que unos defienden cambiarlo desde dentro y otros desde fuera.

Y cuando te estás despidiendo hasta la próxima, que esperamos sea en breve, te preguntas porqué esta clase política que dicen representarnos vive en otra realidad paralela a la que vivimos sus votantes. Deberían de ser capaces de escuchar, de hablar y ponerse de acuerdo como hacemos nosotros y la gran mayoría de este país y dejar de generar ira, crispación y odio artificiales, creados para su propia supervivencia. Es lamentable que no se haya llegado ni a intentar lo que hemos decidido los españoles. Desde luego lo que no hemos votado, es que ni nuestro futuro ni el de nuestros hijos dependan de un prófugo que pretende destruir nuestras instituciones, nuestra historia y nuestra solidaridad.

Tomen nota, señorías, que a la próxima comida ya no vamos a invitar nosotros. Van a tener que pagar ustedes. Y a escote.
Dedicado a todos nuestros amigos.