Cartas al director

Camino y meta

Todos venimos al mundo sin que nadie nos consulte si queremos venir. Después, hasta tener uso de razón, tampoco somos responsables de nuestros actos.
Es a partir de entones, de tener uso de razón, cuando hemos de responder de nuestras acciones u omisiones. El tiempo es variable para cada persona ya que abarca desde el uso de la razón hasta el momento de la muerte.
En todas las culturas han creído que hay vida después de la muerte y lo han manifestado de diversas formas.
Veamos, a modo de guión, lo que  ocurriría en nuestros días si emprendemos un viaje y nos equivocamos de dirección. Supongamos que estamos en Zaragoza por ejemplo y queremos ir a Madrid, pero al entrar en la autovía, por error o por falta de atención a las señales, cogemos la dirección contraria. 
Conducimos bien, somos cualificados profesionales en la carretera, respetamos las señales tráfico y vamos avanzando hacia nuestro destino, pero al llegar comprobamos que no estamos en Madrid sino en Barcelona. Si por el contrario hemos cogido la dirección adecuada, aunque no conduzcamos bien y tratemos mal al coche y además nos han puesto una multa, -vamos que no somos un dechado de virtudes en la carretera-. Pero, al final, íbamos a Madrid, y en Madrid estamos.
¿Tenemos señales a lo  largo del trayecto para ver nuestro error inicial y poder rectificar? Al menos con nuestro nivel cultural, sí.
Los creyentes tenemos las señales claras y permanentes que son los mandamientos. Además vemos la providencia ordinaria de Dios en los distintos acontecimientos de la vida. A veces son fuertes sacudidas: pérdida imprevista de un ser querido,  desastres naturales, dolor de los inocentes, sobre todo niños… que hace que nos preguntemos quienes somos. Otras veces son cosas positivas que nos llevan a tener y fomentar una actitud de gratitud.