DE GUARDIA EN VIGO

El tabaco se traslada a los barrios

Patricia despacha en el estanco de la zona nueva de Navia.
photo_camera Patricia despacha en el estanco de la zona nueva de Navia.
La demanda en los estancos del centro de la ciudad baja en pleno estado de alarma, frente a la subida en el extrarradio que está motivada por el confinamiento en casa y por el cierre de los bares

nnn El estado de alarma tuvo su efecto colateral en el mapa de consumo de tabaco. Así, los estancos, considerados como establecimientos de primera necesidad, mantienen sus puertas abiertas, pero la demanda cambió. Mientras los del centro pierden clientela, los de los barrios aumentan sus ventas.
El confinamiento en los domicilios y la limitación de los movimientos lleva a los fumadores a comprar en los dispensadores más cercanos, los de las zonas donde residen. Por su parte, las calles del centro, más de tránsito y vinculadas a las jornadas laborales, se quedan desiertas. Con mayor concentración de estancos, deben repartirse a los fumadores del corazón de la ciudad, con un índice de población más bajo.
Otro aspecto que contribuye a bajar la facturación entre los estancos del centro es que éstos suelen estar vinculados con las máquinas de los bares. Para muchos, los ingresos de las máquinas supone el 50% de la caja. Al estar cerrada la hostelería, es una pérdida más.
A nivel consumo, el comportamiento de los clientes varió a lo largo del periodo de confinamiento. Ahora es más habitual que compren cartones, frente a los paquetes individuales. Con todo el mayor pico en el consumo correspondió con la primera ampliación del estado de alarma, ya que, según los estanqueros, muchos pensaron que iba a dejar de considerarse un producto de primera necesidad.
La mayoría de los locales se adaptaron a la cuarentena reduciendo o al menos modificando los horarios. Dado el contacto directo con los clientes casi todos instalaron mamparas de protección, además los trabajadores utilizan guantes y mascarillas.
Los estancos, la mayoría regentado por autónomos, suele mantener al persona que despacha en local. Los encargados de las máquinas de los establecimientos, ahora cerrados, o están recolocados en otras funciones o han sido sometidos a un ERTE.
Así pues, durante la alarma ante el coronavirus el consumo de tabaco se mantiene, aunque la demanda crece en las zonas residenciales y se frena en el centro de negocios. 

“Pasamos de vender picadura a los cartones”

Patricia despacha en el estanco de la zona nueva de Navia.

El estanco de Navia, en la calle de Teixugueiras, notó un incremento muy positivo en su facturación: “Al ser un barrio residencial, la gente solo venía por la noche a dormir, ahora tienen que estar todo el día en casa, aquí muchos ni siquiera compraban paquetes, pero al estar también los bares cerrados, pasamos de vender picadura a los cartones enteros”. Su responsable, Manuel, reconoce que la mayoría de los clientes que entran por la puerta son caras nuevas. Mantiene a sus dos trabajadoras del estanco, pero redujo el horario en dos horas: “Cerramos a las 20 horas como los supermercados, después ya no hay ningún movimiento”.

“Aquí tenemos cola como en el supermercado”

Bea Figueroa, con sus compañeras en el estanco de Bouzas.

El estanco de Bouzas, en la rotonda de Camilo Veiga, ya es habitualmente muy frecuentado, pero su clientela aumentó con el estado de alarma: “Aquí tenemos cola como en el supermercado y entre los que vienen hay mucha gente nueva”. Pese a la mayor demanda, el cambio en los hábitos de consumo, les llevó a reducir el horario: “Solo abrimos por la mañana, por la tarde hay poco movimiento”. La propietaria del estanco dotó de mascarillas y guantes a sus empleadas antes de que se decretase el estado de alarma, además colocó una mampara para mayor seguridad. “Para mí venir a trabajar es casi una liberación, puedo airearme”, comenta Figueroa.

“Las máquinas de los bares son el 50% de la facturación”

El estanco de Colón abre, aunque con menos ventas.

El estanco de Colón notó un importante descenso en los ingresos, tanto en las ventas directas en locales como la que hace a la hostelería: “Las máquinas en los bares supone el 50 por ciento de nuestra facturación total, el cierre de estos establecimientos nos supone una gran pérdida”, afirma la responsable, Ana López, que es autónoma. Afirma que en el centro apenas hay movimiento por la calle con lo que la demanda en el local también bajó. “Como medida de protección ante coronavirus tuvimos que poner una mampara de metacrilato lo que supuso un gasto más en un momento de menos ingresos”.

“En el centro vive menos gente y hay más estancos”

Cándida Martínez y su empleada en el estanco de Venezuela.

Cándida Martínez cogió hace cuatro años uno de los estancos veteranos de la ciudad por jubilación del dueño. Ahora se enfrenta a un momento muy complicado: “Al estar cerradas las cafeterías y no funcionar las máquinas vendemos muchos menos, dependemos de los vecinos de la zona y en el centro vive menos gente, pero somos más estancos que tenemos que repartirnos los clientes”. Cándida, que mantiene a su trabajadora, apunta que Venezuela pierde con la cuarentena su carácter de zona de paso  con mucho tránsito, “estos días no hay nadie por la calle, está todo parado”. Por ello adelantó 30 minutos la hora del cierre.

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