Rafa Sáez, exentrenador del Celta: “La presión es lo diferencial”

Rafa Sáez pasó hace dos décadas por una experiencia parecida a la de Claudio Giráldez ahora.
photo_camera Rafa Sáez pasó hace dos décadas por una experiencia parecida a la de Claudio Giráldez ahora.
Rafa Sáez dio hace dos décadas el mismo salto que Claudio ahora y lo ve preparado

Como bien dice Rafa Sáez, “nunca dos situaciones en fútbol, por su propia naturaleza, son idénticas”. Pero el empeño periodístico y su natural bonhomía llevan al técnico pontevedrés a rememorar cómo hace 20 años hizo el mismo camino que Claudio Giráldez ahora: del banquillo del filial al del primer equipo en la recta final de la temporada para intentar salvar los muebles.

Antes de hablar de experiencias que le puedan valer al porriñés, su predecesor pinta las diferencias entre un caso y otro. “Claudio va en solitario y yo era el 50% -con Moncho Carnero-; la situación deportiva era incluso peor porque ya estábamos en descenso; había una brecha entre vestuario y directiva por las primas, con aquel motín del Hesperia; tuvimos una plaga de lesiones brutal; y había Eurocopa al final y, con 25 internacionales,  hubo muchas semanas en las que que hasta el viernes no estaban todos”, enumera. En tal desaguisado, “el éxito fue recuperar la conexión de los jugadores con el equipo. Ese hilo de esperanza. Porque nadie creía en la salvación ni que se pudiese pelear por ella”. Y se hizo. Sin final feliz.  

Con esas premisas, Sáez encuentra en el presente una virtud respecto al pasado. “Aquella plantilla de estrellas mundiales y ésta tienen otra configuración. A la actual, el perfil de los canteranos le confiere una personalidad y una idiosincrasia especial. De apego, de compromiso no sólo profesional, sino también afectivo y emocional. Y en estas situaciones, es muy importante porque no solamente vas a ganar los partidos desde el punto de vista táctico. Vas a necesitar emotividad, conexión con la grada.  Con Aspas como referente sin igual”, analiza.

Pese a que la suya acabó en descenso, no cree que estas situaciones sean para un técnico oportunidades envenenadas: “No, ni tampoco es un regalo. Ningún técnico llega a entrenar un equipo en Primera, con todo lo que supone para un club la permanencia en la categoría y con todo lo que hay en juego, de manera anecdótica. Claudio ha acreditado suficiente mérito para tener esta oportunidad. No es un caramelo envenenado porque siempre tuvo esa aspiración y, ahora que ha llegado la oportunidad, va a actuar con valentía y decisión para demostrar lo que sabe. En el B ha quedado demostrado que es un entrenador que sabe desarrollar muy bien su trabajo aunque, evidentemente, las distancias que hay entre la Primera Federación y la Primera División son abismales”.

A él, aquellos dos meses escasos de mediados de 2004 “se pasaron volando. No teníamos tiempo ni para saborear, entre comillas, la situación. Fue vertiginoso el ritmo de los acontecimientos”. Y con un matiz diferencial. “Hacia el final, había mucha presión. El cambio que me suponía estar con el filial segundo en Segunda B, que era un hecho histórico, a la presión que sentía en el primer equipo. La gente de la calle, en la grada… Sentías la responsabilidad de las decisiones que tenías que tomar para tratar de ganar. Ese sentido de responsabilidad es lo diferencial”, recuerda.

Dos décadas después y curtido en muchos banquillos, pese a no volver al fútbol profesional, recuerda aquella como “mi mayor experiencia de exigencia deportiva, sin ninguna duda. Me permitió tener una perspectiva del fútbol de súper élite que no habría tenido nunca jamás. Te das cuenta de que cuando un futbolista llega a Primera es por algo. Son diferenciales y llegar es muy difícil. Es una selección natural y de soportar situaciones límites”.

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