el rayo que no cesa

Al ver la desoladora estampa del Santuario A Virxe da Barca en Muxía devorado por las llamas, me ha venido a la mente el poema de Miguel Hernández: El rayo que no cesa.
Ese maldito rayo que al parecer originó el incendio en un transformador propagando el fuego a través de los cables a la sacristía, provocando el desplome del tejado y la destrucción del retablo barroco del altar mayor. Las olas rompían con fuerza frente al templo el día de Navidad, como si intentaran sofocar la desgracia de quien llevaba siglos mirando al mar. Decía el poeta que: Este rayo ni cesa ni se agota / de mí mismo tomó su procedencia / y ejercita en mí mismo sus furores./ Esta obstinada piedra de mí brota / y sobre mí dirige la insistencia / de sus lluviosos rayos destructores.

Fluye en la obra una poesía que cristaliza en sonetos de gran intensidad y estructura perfecta, como la iglesia incendiada, expresión de una experiencia honda, sincera e irreprimible, igual que los llantos desgarradores de los feligreses. El rayo es símbolo de la angustia interior, llena de presentimientos fatales, convirtiéndolo en violencia trágica de muerte. En mis manos levanto una tormenta / de piedras, rayos y hachas estridentes / sedienta de catástrofes y hambrienta. La connotación destructora del rayo se hace más violenta. Las fuerzas telúricas de las piedras milagrosas del Cadrís con forma de riñón; del Timón por su similitud al empleado en los barcos y de Abalar, no pudieron evitar el desastre. El balanceo de esta última era el presagio pagano de alguna desgracia, quedó inutilizado por otro rayo y por un fuerte temporal. Del rayo que no cesa.

Cuenta la leyenda que la Virgen vino a este lugar en una barca de piedra. Las piedras milagrosas que se sitúan muy cerca del mar según la tradición forman parte de esa barca petrea. Desde 2003, dos enormes bloques separados por una grieta nos recuerdan el chapapote que tiñó de negro la Costa da Morte. Es el monumento bautizado como A ferida en memoria de la catástrofe del Prestige. Ahora esa herida será doble. Resta una cuarta roca A Pedra dos Namorados donde las parejas se juran amor eterno. Como la fuente de todos los versos citados de Miguel Hernández: Tu corazón, ya terciopelo ajado / llama a un campo de almendras espumosas/ mi avariciosa voz de enamorado.

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