el futuro político

Resulta siempre aventurado meterse a navegar en las procelosas aguas del futuro de los partidos políticos, y más con el presente melifluo de sus estructuras internas, cuyos integrantes transmiten poca energía de futuro: se mira la cantera, y no se ven en ella largos recorridos. El espectador -llámese votante- tiembla ante la frialdad que percibe en el paisaje.

Los políticos han engullido todos los campos sociales, expulsando a la ciudadanía de espacios de libertad. Quizá todo ello sea una manifestación más de una tendencia creciente a marginar un futuro que se percibe excesivamente lejano y complejo, frente a un presente inmediato que permite instalar a sus peones de manera inmediata, para así mantener la estructura partidaria. El futuro del país ha pasado a ser algo secundario. ¿Con una nación en vías de fragmentación, dónde están los programas sólidos que nos lleven al futuro? Solo lo inmediato parece dar votos: en los negocios, mirar solo al corto plazo pone en riesgo el futuro de toda la empresa.

Oculto durante mucho tiempo por la prosperidad económica y la cultura del ladrillo -y acaso generado por ella-, el resultado del balance de estos años de democracia ha sido un desastre ético. Muchos de los problemas que tenemos son coyunturales, pero lo que preocupa de verdad es que los problemas estructurales no se afrontan conjuntamente: se cuida la fachada sin preocuparse del sótano o del vuelo de las teja. No se trata de un vosotros o nosotros, se trata de sacar adelante España en una situación de crisis, en la que nadie podrá hacerlo solo.

Con una ciudadanía pasiva, la confianza del ciudadano en sus políticos se está perdiendo, lo que origina dudas e incertidumbres.

Te puede interesar
Más en Cartas al director