Opinión

Ni Dios nos salvará

Con seguridad nos extinguimos. Si de verdad venimos del mono, lo mejor que nos puede pasar es que volvamos a él, aunque por desgracia no tendremos esta opción. Se ha hecho viral estos días por whatsapp el vídeo de un chimpancé que se entretiene pasando fotografías en un smartphone, deteniéndose con atención y aire interesado en aquellas que tenían como protagonistas a sus congéneres o a sí mismo. Muchos que non han conocido a Chita -la mona de Tarzán que parecía más avispada que él- sonríen y se admiran de lo listo que es el peludo internauta, aunque yo creo que denota mayor inteligencia el hecho de que no se haya apuntado a la teoría de la evolución Darwiniana y haya permanecido primate. Para lo que hay que ver entre los humanos. 
Salvemos el planeta, dicen. Pero si La Tierra se salvará sola, librándose de nosotros de un plumazo o poco a poco, con la copiosa variedad de recursos para la aniquilación que puede poner a nuestra disposición en cualquier momento, un tsunami por aquí, un tornado por allá. No tendrá que esforzarse mucho, la mayoría de las desgracias las vamos provocando nosotros. Cuando decida que ha aguantado suficientes tonterías no nos salvaremos ni refugiándonos en esa isla de plástico del Pacífico que dicen es ya más grande que la superficie de España. Incluso antes de desaparecer, algún político o promotor intentará especular con este nuevo solar en su último estertor. 
Ni volviéndonos todos veganos, ni reciclando hasta las pestañas ni moviéndonos en transporte eléctrico o no moviéndonos siquiera. La economía sostenible es también insostenible porque sencillamente no estamos dispuestos a dar los grandes pasos que suponen la sostenibilidad, algunos de ellos hacia atrás. El cuatro, el cinco o el seis G, mi teléfono nuevo, mis zapatillas molonas, mi nevera inteligente, el smartwatch que me dice cuantos pasos he dado hoy, el coche eléctrico con batería de litio o de cobalto. El consumo voraz, la obsolescencia programada, la economía y política global y los siete pecados capitales -¿solo siete?- acabarán con nosotros. Y por desgracia arrastraremos inevitablemente al apocalipsis final al resto de especies, todas víctimas inocentes, menos el perezoso, el único animal que comparte con los humanos uno de los siete vicios sagrados.
Así que, nada ni nadie va a salvarnos. De poco servirán los sollozos y los reproches de Greta Thumberg ante una ONU apoltronada y adormecida, ni su airada promesa de venganza contra quienes defienden sus intereses creados por encima de las necesidades perentorias del planeta. A salvo de un milagro o la intervención de una civilización de seres inteligentes extraterrestres, seremos fósiles que estudiar dentro de millones de años. Porque Dios seguramente hace tiempo que desvió su interés hacia esos otros planetas con vida inteligente de verdad que no acertamos a descubrir, porque son alienígenas pero no son tontos. Aunque Dios, si existe, haya dejado de apretar, nos ahogaremos igual.  

Te puede interesar