Opinión

YA NI FORMAS MÍNIMAS

Lo de serlo y además parecerlo no va con el alcalde de esta desgraciada ciudad, que gobierna como si fuera el emperador designado por la Providencia y por tanto, sólo responsable ante el Cielo.

La purga está en marcha. El último en caer ha sido el hasta ayer interventor municipal, quien no se plegaba a los deseos del alcalde al considerar que no había motivos suficientes para dar vía libre a un nuevo contrato con Aqualia y ampliar la concesión del Auditorio, incluyendo hasta tres millones de euros que aportaría el Concello a la empresa a modo de compensación.

Es seguro que hoy las firmas que componen la sociedad Palacio de Congresos SA, que presentó hace meses su solicitud de renuncia a modo de presión, estarán bastante más satisfechas, pero las arcas municipales, en cambio, ya se pueden echar a temblar ante dos operaciones ruinosas para la ciudad pero muy interesantes al parecer para el regidor. Una vez más, los intereses públicos van por detrás de los deseos particulares de quien gestiona el Concello de Vigo.

Con la cabeza en una bandeja, la del interventor, Abel Caballero respira tranquilo, y convencido de que en efecto puede hacer y deshacer, sin ni siquiera tratar de disimular: se carga al funcionario porque no se plegó ante sus deseos y nombra a otro que es un concejal del PSOE, para que no haya dudas. La maquinaria de empleados públicos al servicio de un partido y el partido al de un hombre. He ahí el resultado aplicado de una forma de entender la política.

Lo dijo Caballero, sonriendo abiertamente al ser preguntado por los periodistas por su decisión: 'Es un cambio de ciclo'. Sí, pasamos de tener funcionarios que prestan sus servicios de forma independiente, como marca la normativa, a empleados a lo que dicte el alcalde.

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