Opinión

Entroido oficialista

Está dicho: el Carnaval en Vigo no sólo resulta triste, de alegría obligada, sino sobre todo archioficialista. Es decir, justo lo contrario de lo que tendría que ser una fiesta que se remonta a la Saturnalia romanas, donde los amos se comportaban como esclavos y estos como los jefes de la casa. El desmadre total, que el pueblo, tras el tránsito del paganismo al cristianismo, reconvirtió en días para la carne antes de entrar en la penitencia.

En Vigo, en cambio, todo está reglamentado y nada se sale del carril. Ahora sabemos también que incluso el personaje del Meco (esa especie de falla valenciana que sustituyó, nadie sabe por qué a la sardina que tan bien cumplía su misión) lo decide de una u otra forma el ayuntamiento. Este año la figura es Angela Merkel que hace de titiritera de Mariano Rajoy, convertido en un muñeco en manos de la canciller alemana. Una imagen totalmente carnavalera -y por ese lado no hay queja, porque de eso va esta fiesta- pero que empieza a chirriar cuando resulta que se instaló porque fue el modelo validado entre los propuestos al escultor.

Entonces llega la duda: ¿Habría aceptado el ayuntamiento vigués un Meco donde Abel Caballero apareciera bailando con Carmela Silva? Se dirá que el autor y las asociaciones que gestionan el carnaval quizá no plantearon esta imagen, pero tal vez porque sabían que no iba a ser elegida o porque temían enfadar al que manda.

Así de oficialista resulta este triste Entroido vigués -cuya paradigma es el desfile de comparsas -que no parece encontrar su sitio. Quizá es que simplemente no lo tenga.

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