Opinión

Recuperar la Historia

Mil veces he evocado a doña Casimira de Haro, mi profesora de Geografía e Historia en el antiguo bachiller. De ella aprendí a conocer el pasado como si de una novela, repleta de falsas ficciones, se tratara. Doña Casimira nos enseñaba que la historia de la humanidad es una sucesión de calamidades, de las cuales estudiábamos únicamente las miserias de los poderosos convertidas en heroicidades, las injusticias de las guerras transformadas en leyendas gloriosas, los intereses de las creencias disfrazados de salvación eterna… 

Y aseguraba que la epopeya de la península ibérica es el mayor ejemplo del despropósito humano. Desde que tenemos memoria, en este palmo de tierra venimos matándonos, física y moralmente, con un ensañamiento cainita pertinaz. Y lo celebramos con salvas o con el olvido. Los ejércitos hispanos históricos han matado a más ciudadanía propia que enemiga. Si no me creen, revisen los anales y las crónicas. Probablemente aquella visión de mi profesora, de quien además aprendí a leer las crónicas indagando entre las sombras y entretelas, me permite ver el presente con un justo escepticismo frente a la política de cada día.

Semanas atrás, hablando del Pazo de Meirás, escribí que estamos tardando en hacer una verdadera revisión de la historia de la dictadura.

Ahora veo que no estaba solo con ese pensamiento. El gobierno de Pedro Sánchez, que tuvo arrestos para sacar al dictador de su tumba gloriosa, acaba de presentar un anteproyecto de Ley de Memoria Democrática y, una vez más, observo que la letra es lúcida mientras el título esconde los temores habituales. ¿Por qué no Ley de la Memoria Contemporánea? ¿No sería más adecuado usar un término de temporalidad que el ideológico? Democracia contra dictadura puede resultar impropio. Lo que necesita el país en este momento, cuando desde la derrota de ETA solo nos tiramos los verbos y epítetos a la cabeza, es una revisión de las injusticias disfrazadas de legalidad del franquismo. Es necesario firmeza para hacerlo bien y destreza democrática para no convertir la administración de la justicia en una imagen de revancha.

Los pregoneros habituales de las glorias pasadas ya han sacado a la calle el tamboril, los bandos y las proclamas. Las añejas y falsas cantinelas de reabrir heridas y de dividir la patria suenan en algunos medios con su habitual insistencia. Ojalá fueran el último canto del cuervo negro en una tierra donde la Constitución 78 y la democracia les permiten la existencia, mientras ellos no dudarían en ilegalizar a sus contrarios. El mejor ejemplo reside en el discurso ideológico de VOX. Es evidente que durante los últimos cuarenta años hemos ganado la democracia, pero no hemos conseguido desterrar el espíritu de la dictadura. Quizás esta nueva ley, que debe obviar aquella otra de Amnistía, necesaria en 1977, recupere la Historia real y ponga las bases para el olvido de las dos Españas del garrote.

Pero, para que esto se consiga también es necesaria una revisión del papel funcional de los poderes fácticos tradicionales y la implantación en las escuelas de una educación verdaderamente demócrata desde la infancia. Seguro que la mayoría del país lo quiere así y le gustaría ver como la derecha democrática del PP se desvincula del pasado, ahora que tiene otra gran oportunidad de dejar a la ultraderecha sola y aislada en las cavernas.  

Te puede interesar