Opinión

Plásticos

Perdonad, pero siempre que se desata una gran campaña contra algo o alguien mi piel de periodista se eriza y altera. No puedo evitar una pregunta, la misma que siempre me ha llevado a buscar respuestas más allá de lo evidente, ¿qué intereses hay detrás de todo esto? Tengo la mala o buena costumbre de ser como Tomás, de no creer hasta que mis dedos se cuelan en la llaga. Lo cual, además de evitarme desengaños, me abre caminos.
Meses atrás se han llenado nuestros televisores de reportajes sobre la invasión de los plásticos en los mares y océanos. Una situación intuida, aunque no conocida la dimensión que las imágenes ofrecen. Es como si la guerra, más o menos tímida entre los intereses productores de los plásticos, la utilidad de sus usos y la salvaguarda del planeta, hubiera explotado de pronto. Es como el lanzamiento de un SOS desesperado contra la hipocresía de la industria y el comercio, los cuales con una mano lo aceptan y con otra hacen oídos sordos o, incluso, lo disfrazan para seguir haciendo caja.
Esta semana pasada acudí a un establecimiento que tiene entre sus objetivos confesados contribuir a desterrar el uso de los envases de plásticos. En el departamento de frutas y verduras me agencié unas endivias envasadas en una bandeja de poliexpan, unas manzanas y naranjas clasificadas en bolsas de plástico desechable. En el expositor de la carnicería, carne de zorza y para guisar en bandejas de plástico translúcido, mortadela y jamón serrano envasados al vacío en blíster de cartón y plástico. En los lácteos, yogures en sus cubitos habituales, leche en tetra brik, quesos en tacos triangulares de plástico… y más allá salmón y palitos de cangrejo embutidos en plástico, botellas de agua y refrescos… El establecimiento entero era un reino de plástico donde las bandejas de poliexpan brillan como reinas absolutas, como si en realidad fueran otra cosa distinta e inocente. Nadie explica, aunque se sospeche, que el poliestireno expandido es una variedad de plástico. ¿Cuánta industria, recursos económicos, puestos de trabajo, plusvalías, impuestos… mueve esta realidad?
Incluso al pagar en caja de mi cartera extraje una inocua tarjeta de plástico para abonar el importe y cargué con unas bolsas de plástico reutilizable, por las que me cobraron 30 céntimos unidad con la intención de disuadir de su uso sin que nadie haya especificado que, desde que se cobran –antes eran gratis-, el establecimiento gana unos céntimos por ellas. Los cuales, multiplicados por miles, ayudan al balance de resultados positivos de la empresa. 
El entramado es tan complejo que la elemental solución de abandonar el uso de los plásticos nunca será suficiente. Y, a día de hoy, casi imposible por muy buena voluntad que se manifieste. Los plásticos como otros miles de productos modernos están contribuyendo a la intoxicación crónica de nuestro hábitat en una progresión alarmante, en unos casos irresponsable y en otros, paradójicamente, ya imprescindibles en los ciclos del consumo y del bienestar. ¡Qué paradoja! Además de en la concienciación ciudadana hay que invertir en investigación científica, en educación ambiental en la escuela y en la vigilancia de los usos del reciclaje, no solo de la ciudadanía sino también de las empresas implicadas en el mismo. Detrás de cada reportaje alarmante, rasquen y verán que dentro de la llaga hay mucha pus invisible.   

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