Opinión

Piratas del aire

Empezar o concluir unas vacaciones viajando desde la Lombardía hasta Galicia en autobús de una atacada no es una aventura, ni un ejemplo de paciencia infinita, ni un ejercicio de conformismo. Es un mal sueño, una pesadilla decretada por la codicia empresarial de unos tipos que utilizan las estrategias de negocio con los mismos criterios que los señores feudales empleaban para explotar los bienes productivos en el medievo. Dueños de la tierra, de la espada, del caballo y de la moneda, el mundo se había organizado para alcanzar su gloria personal.
Igual deben pensar esas docenas de grandes empresarios de la especulación consumista, a las que nos venimos sometiendo sin otro criterio que el disfrute del bajo coste. Los usuarios de la línea de Rayanair Bérgamo-Vigo, por mor de la huelga de tripulantes de cabinas, se vieron obligados a regresar desde el norte de Italia en autobús, sin otras previsiones y comodidades que unas paradas para comer. Probablemente hayan pagado a precio de vuelo el desplazamiento por tierra y deberán agradecer la diligencia de la compañía para proporcionarles el regreso al que estaban obligados. Un abuso contra el cual, para ser indemnizados, deberán pleitear y estar dispuestos a perder la causa. Que será lo que acontezca.
Esta rocambolesca situación se ha generado como consecuencia de una justa reivindicación del personal, contratado por la compañía Ryanair siguiendo las normativas irlandesas y no las españolas, como debería acontecer con cualquier plantilla que tiene su residencia en nuestro país. Un sistema que revela, una vez más, la falta de control y la desidia que las autoridades ejercen sobre las multinacionales o, como es el caso, sobre las transnacionales con capacidad para jugar al escondite con cualquier normativa que les perjudique en sus intereses o, simplemente, que no les beneficie.
Gracias a esta reivindicación hemos sabido que el personal de cabina de la compañía carece de muchos de los derechos, seguridades y compensaciones a las cuales con la norma española tendrían derecho. Son trabajadores europeos de segunda en relación con otros semejantes contratados, por poner un ejemplo, por Iberia o Air France. Esto revela que cuando adquirimos un billete de una compañía de bajo coste estamos haciendo el mismo juego que al adquirir una prenda barata fabricada en China. El coste al usuario se ha reducido gracias a la explotación obrera, a la mano de obra depauperada y descompensada en sus derechos.
Sí, también han reducido los espacios para los asientos, recortado el volumen de los equipajes y hasta hemos sabido que a veces cargan menos combustible para aligerar el peso, poniendo en riesgo al pasaje en caso de retraso al aterrizar. De todo ello tenemos noticias, nos han llegado ecos de situaciones deleznables, incluso hemos visto con admiración como suben los beneficios de esas compañías sin valorar que en realidad, cada vez que subimos a uno de sus aviones, estamos siendo cómplices de modernos piratas del aire.
El espíritu de Francis Drake sigue vivo y aún tiene patente de corso. Solo ha cambiado la nave del mar por la del aire. 

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