Opinión

Parirás con dolor

Sólo si Alberto Núñez Feijoo es alquimista, y ha encontrado la piedra filosofal, puede explicarse que la nada sea más tangible que la materia, según se desprende de sus razonamientos para cerrar el paritorio y las urgencias pediátricas del Hospital de Verín. Considera el presidente de Galicia más seguros, para las mujeres embarazadas y sus proles, la no existencia de esos servicios sanitarios que su funcionamiento. Tanto él, como su Conselleiro de Sanidade, juzgan más eficaz desplazar a una parturienta o a una criatura enferma, un mínimo de setenta kilómetros, para recibir atención antes que socorrerles a las puertas de sus casas. No hay duda, deben de haber conseguido transmutar el plomo en oro y los efluvios mágicos de su crisol y redomas les reflejan ese espejismo como una realidad insolidariamente beneficiosa.
Sin embargo, detrás de esa fórmula magistral los profanos nos tememos que existan otras razones más prosaicas e, incluso, intereses inconfesables. El plomo de esta actuación es evidente. Representa el desprecio por la sanidad pública como servicio social universal y gratuito. Prima el peso de la rentabilidad económica sobre la salud ciudadana de unos treinta mil habitantes y dificulta, aún más, la recuperación de la vitalidad del mundo rural. Y además trata de disfrazar los números rojos de la cuenta de resultados con argumentos peregrinos de conciencia. Sólo les ha faltado afirmar cuan benéfico es dar a luz en el hogar, como hicieron nuestras madres y abuelas en el pasado, cumpliendo el mandato bíblico descargado sobre Eva: “parirás con dolor”. 
En este caso, la alquimia contra la medicina pública, muestra con toda claridad el oro del provecho económico cuando Vázquez Almuiña, responsable político de la sanidad gallega, recurre a las estadísticas y descubre la jugada: “los partos han descendido un 60% desde 2010”, ha dicho. No ha hecho falta que especifique las inversiones en cada uno de los sesenta alumbramientos atendidos este año en Verín. Han de parecerles desmesuradas. ¿Pero, qué sucederá si en el próximo lustro se recuperan? ¿Propiciarán la apertura de una clínica privada con servicios concertados? ¿Van por ahí las intenciones? En definitiva ahora estamos hablando del negocio de más de un nacimiento por semana. Y la natalidad no es un fenómeno sujeto a la planificación económica de las administraciones. Lo demuestran tanto la ineficacia de las campañas de concienciación para incentivar la demografía como los procesos históricos.
El caso del cierre sanitario en las tierras de Monterrey no es para tomárselo a broma. Manifiesta un peligroso síntoma más del desmantelamiento de la sanidad pública y del desprecio hacia los problemas y el bienestar del mundo semiurbano y rural por parte de una determinada corriente de pensamiento político. No me extrañaría, en un corto espacio de tiempo, ver como enseñan a las adolescentes técnicas seguras para parir en el propio domicilio “de forma natural” o para ejercer de parteras con las vecinas. Ni nos sorprenderá que les exijan a los taxistas conocimientos ginecológicos a la hora de concederles las licencias para realizar los servicios interurbanos. Cualquier disparate es posible, aunque suene a chiste o a broma. Como lo es cerrar un servicio sanitario, pues siempre entrañará riesgos y precariedad para la población, por mucho que el atanor del laboratorio de Feijoo pretenda demostrarnos lo contrario. 

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