Opinión

La foto de Margarita

A última hora de la tarde del miércoles mi amiga Margarita me llamó cabalgando sobre un cabreo monumental. “Nunca más te vas a reír de la foto, me dijo, la he descolgado y la he hecho trizas”. Dejé un paréntesis de silencio para que me explicara las razones de tan extraordinaria actitud. En esos segundos, puede que eternos, imaginé la fotografía, enmarcada y situada en un lugar bien visible de su salón. Recordé su orgullo profético al colgarla y al mostrarla a las amistades -especialmente a quienes nos consideramos de izquierdas-. “Fijaos bien, vaticinaba, ahí están los mimbres del futuro gran gobierno que mandará a Sánchez a galeras”. Naturalmente, sin perderle el respeto que Margarita me merece, yo sonreía y no entraba al capote de la discusión. Ella levantaba el mentón autosuficiente y concluía: “Son los míos, ahora con estrategias dispersas, pero no tardarán en el volver a la razón”. La foto era, como ya habrá adivinado, aquella famosa de la plaza de Colón madrileña, en la cual PP, Ciudadanos y Vox sacaron pecho entre dudas y certezas sobre la travesía del desierto que les aguardaba frente al primer Gobierno de coalición de izquierdas de la España moderna.

La indignación de Margarita era fruto de las distintas orientaciones del voto para permitir la nueva prórroga del Estado de alarma pedida por Sánchez. No le cabían en la cabeza las tres posturas antagónicas. C’s por el sí, PP por la abstención, Vox por el no. A Inés Arrimadas la llamó traidora, veleta, desagradecida con Rivera… Con Casado fue más benigna y lo consideró desnortado y a un paso de hundir al PP en el sótano de los trastos viejos… Con Abascal no tuvo piedad y el calificativo menos agresivo fue llamarlo cavernícola. El miércoles a Margarita se le cayó su techo político e hizo un vaticinio de los suyos. “Ciudadanos ha firmado la defunción definitiva, fíjate, hasta gente como Girauta han roto sus carnets. Espero que esto sea bueno para el PP”. Para ilustrarla le recordé que Juan Carlos Girauta es un especialista en romper carnet, ya lo hizo con el del PSC, luego con el del PP, ahora con el de C’s, mañana será el de la asociación de vecinos de su edificio…

No pude evitar asustarla un poco y le anuncié que en Madrid la coalición de PP-C’s está en la cuerda floja. EL ciudadano Ignacio Aguado cada segundo se muestra más molesto con las veleidades de la popular Isabel Díaz Ayuso. Además. las conversaciones con el socialista Gabilondo están aflorando con fuerza en los mentideros de la Villa y Corte. En el gobierno de Castilla-León, el ciudadano Francisco Igea cada día tiene menos conexión con su cordial enemigo dentro del PP, Fernández Mañueco. El pacto electoral para Euskadi está empezando a ser papel mojado. Y todo esto sucede sin que el PSOE mueva un peón en el tablero de ajedrez de los pactos de futuro. Sin que los vetos del pasado piquen como la sarna mal curada, pero sí con el miedo a afrontar la gran crisis económica, que viene tronando, y les pille perdidos en discusiones bizantinas, por lo general basadas en hipotéticos cálculos electorales. “Margarita, concluí, la oposición ha resultado ser más débil que el pacto PSOE-UP. Ya ves, la historia se proyecta con ilusiones y se firma con desengaños”. Mi amiga guardó un prudente silencio, más largo de lo habitual en ella, y resolvió: “Ya hablaremos, ahora voy a recoger los restos de la foto y a pasar la aspiradora”.  

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