Opinión

El papel de zanahoria

De estar vivo, hoy el vallisoletano don Francisco Delgado y Crecientes sería un hombre feliz. Por fin vería compensados sus esfuerzos de investigador solitario y excéntrico, a quien nunca nadie hizo caso –excepto algunos periodistas que lo entrevistamos por tratarse de un espécimen insólito-, ni sus inventos fueron acogidos con valor de futuro, por él creados con la misma fe de un monje franciscano.


Don Francisco estudió durante muchos años las posibilidades de fabricar papel con otras materias orgánicas diferentes a la celulosa. Una de ellas fue la zanahoria por su riqueza en fibras, magnesio y antioxidantes. Y por la facilidad de cultivo masivo del vegetal. El día que logró crear el primer papel de zanahoria fue el hombre más feliz del mundo. Sin embargo encontró un gran inconveniente. El color anaranjado, propio de los betacarotenos, no le permitían elaborar papel blanco.


Hoy, sin temor a ser rechazado, el inventor castellano podría proponer al ministro Montoro editar todos los programas electorales de su partido impresos en libros de zanahoria. Una novedad fácilmente extensible al resto de las organizaciones. De este modo la ciudadanía nunca se sentiría engañada cuando, una vez alcanzado el poder, pudieran comerse en ricos guisos las promesas electorales.


A estas alturas sin indigestarnos habríamos asimilado la propuesta de no decretar amnistías fiscales con impuestos de saldo, fracaso de recaudación y condena del Tribunal Constitucional incluidos. Y no tendríamos que tomar bicarbonato para deglutir los razonamientos de Rajoy, considerando papel digerido los argumentos del alto tribunal. Y estos no resultarían contradictorios con las resoluciones legales de obligado cumplimiento cuando, por ejemplo, del conflicto catalán se trata.


Incluso, bien aliñadas por un buen chef, podrían resultarnos satisfactorias las mentiras del ministro De Guindos. Por ejemplo las de cuando anunció que el rescate de la banca no nos costaría 63.000 millones, a pagar a escote entre todos los ciudadanos, para que las ricas familias de banqueros –pésimos gestores, por cierto- continuaran disfrutando de su viejo estatus y poderes ancestrales. Una cantidad, curiosamente, similar a la sacada de la caja de las pensiones por el gobierno en los últimos cinco años que, justificada en papel zanahoria, no causaría inquietud a nuestros mayores, capaces de tomarla en ensalada cualquier tarde de verano para compensar la caída de su poder adquisitivo.


Ayer, escuchando a Montoro proponer una nueva ley contra las amnistías fiscales; a Rajoy dando por buena (por ser obsoleta) la resolución del TC; a De Guindos garantizando las pensiones y la excelente marcha de la banca; a un puñado de ministros de Aznar desmemoriados e ignorantes ante el tribunal que juzga la Gürtel; a Pedro Sánchez buscando el diálogo con fuerzas poco dialogantes; a Iglesias tratando de subir a los altares mientras Garzón ha descubierto ser un pobre monaguillo; a Rivera, de naranja, llevando consigo el palo de la zanahoria del ministro de Hacienda para alejar hasta 2019 la bajada del IRPF… he aplaudido la clarividencia de don Francisco Delgado al imaginar un futuro para el olvido, escrito sobre papel de zanahoria.
 

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