Opinión

Un saludo

Que te nieguen el saludo ha dejado de ser ofensivo para convertirse en una precaución para la salud. Las presentaciones y los encuentros de la nueva normalidad pronto dejarán de ser molestos e incómodos, situaciones difíciles de resolver que desaparecerán en cuanto nos deshumanicemos definitivamente. ¿Cómo presentar a Farala, la chica nueva de la oficina? Es divina, pero no puedes darle dos besos ni tienes la confianza suficiente para rozarle el antebrazo. Cerrar un trato o un contrato chocando los codos no es lo mismo que un apretón de manos, cuya intensidad gradúa la confianza de las partes. Ahora todo nuestro cuerpo se ha quedado fuera del margen de seguridad  para poder interrelacionarnos, desde el índice hasta el hombro o desde la punta del pie propio a la del otro interlocutor. 

Se están buscando alternativas como quien busca vida en otro planeta, con ansia pero sin mucha esperanza de encontrar algo de entidad suficiente. Hay múltiples opciones, aunque ninguna ha conseguido todavía la necesaria aceptación social. Triunfará cualquier día la más tonta o la que más veces y más rápido circule por redes sociales. Los “trekkies” andan locos fomentando el saludo de Spock, pero hay gente que no tiene tendones suficientemente elásticos para saludar separando los dedos de la mano por la mitad. La palmadita en el corazón que utilizan los más cariñosos entraña más amor que el indispensable para las relaciones básicas. El puño contra el pecho es más propio de los gladiadores, aunque algo de esto tenemos los que intentamos sobrevivir a la pandemia y a las corrientes gubernamentales o negacionistas, cada día. A mí personalmente me apasiona el cruce de antebrazos sobre el pecho, al modo Pantera Negra, personaje brillantemente interpretado por el tristemente fallecido actor Chadwick Boseman. 

En caso de barajar opciones más pausadas y profundamente respetuosas, no tenemos más que mirar hacia Oriente y utilizar la reverencia, en su justa medida, sin llegar a parecer monárquicos apasionados ante la presencia del Rey. Situaciones ridículas de este tipo hemos vivido en España. El saludo militar podría ser una buena opción, por ejemplo para los millones de españoles que han votado a Vox, y ejecutado de modo más laxo e informal -como hacía John Wayne- tendría posibilidades de generalizarse. Aunque si se trata de guardar con creces  la distancia de seguridad, la extensión enérgica del brazo hacia arriba propia del saludo nazi parece insuperable.  

No terminaremos oliéndonos el culo como los perros, porque de nada serviría con la mascarilla. Si la cosa se pone fea, les propongo el saludo infalible que Joey utilizaba en la serie Friends para ligar, con una sensual caída de ojos y un “¿cómo va eso?”. Si no lo han visto o no lo recuerdan les recomiendo que le echen un vistazo en internet; me entenderán perfectamente. En definitiva, un saludo a todos, que por escrito se mantiene tan fresco y cordial como siempre. 

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