Opinión

El perspectivismo de Podemos

Se suele decir que si quieres conocer a Julito dale un carguito. Lo mismo pasa con Pablito, que al poco tiempo de tocar poder plantea flexibilizar su regla de la limitación de mandatos de Podemos -fijada hasta ahora en ocho años- para llevarla hasta un máximo de doce, así como dar vía libre también a la acumulación de cargos, que ahora parece ser indispensable.

La prohibición de cobrar más de tres salarios mínimos también le parece a Pablo Iglesias que ya no tiene justificación. De este modo, tanto él como Irene Montero, estarían en disposición de cobrar aproximadamente unos 4.500 euros más al mes  cada uno, lo que siempre es bienvenido y se agradece para hacer frente a los muchos gastos que tiene una familia, empezando por el pago de la hipoteca de la casa nueva. Pocos serán probablemente lo días que le queden al Dacia Sandero Stepway, que habrán de renovar para cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030.

Como era de esperar, las críticas a Podemos no se han hecho esperar y han llegado hasta el escrache a Pablo Iglesias en su propia Universidad, donde le han llamado “vendeobreros” y de todo a mayores, menos bonita. No se lo merece el líder del partido morado, ahora en el Gobierno, porque no ha hecho nada más que exponer, ahora sí a la vista de todos, su condición humana. Lo que ocurre es que la familia Iglesias-Montero no quiere reconocer que les gusta vivir bien. Que “es bueno ser rey”, gritaba el histriónico Mel Brooks en el papel del rey francés Luis XVI en la película La Loca Historia del Mundo. 

Asumir en este punto álgido del recorrido vital de Podemos, ahora Gobierno, que la vida digna que desean para los ciudadanos y ciudadanas pasa también y primero por garantizar el propio bienestar, les cuesta. Pero aunque se entienda que no es fácil admitirlo, deberían reconocer con humildad, como es natural en Pablo, que ellos quieren para sí lo que quieren también para los demás y aquello por lo que luchan desde la política, que no es otra cosa que la felicidad, ese estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno. Es perfectamente comprensible y compatible con trabajar para conseguir para los demás, lo mismo que uno anhela. 

Pero no han sabido explicar algo evidente y que mejor hubieran podido razonar desde el perspectivismo de Ortega y Gasset, la doctrina filosófica que sostiene que toda percepción tiene lugar desde una perspectiva particular, desde un punto de vista concreto y que hay tantos puntos de vista diferentes como personas al menos. Lo cierto es que cuando antes limitaban los sueldos, los cargos y los mandatos pensaban que era necesario de verdad. Pero el perspectivismo afirma la verdad de la perspectiva. Ni verdad absoluta ni verdad relativa, la verdad es perspectiva. Y desde la perspectiva desde la que mira Iglesias ahora la verdad es diferente, pero también es verdad. Una manzana es diferentes manzanas dependiendo el punto de vista desde la que se vea. Lo mismo pasa con las personas, sus opiniones, sus conductas y sus actos al fin. Son buenas y malas, son honestas o son casta, según la perspectiva. Igual que la política. Esto, filosofía pura, sí que lo entiende cualquiera. 

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