Opinión

Luna de hidrogel

En el último empujón de una desescalada acelerada e interesada, España se abre al turismo sin más excusas que extensos protocolos de corta y pega y las herramientas comunes para luchar contra el coronavirus. 

No les tendemos la mano, pero les ponemos la alfombra roja, aunque higienizante. Achinaremos los ojos con más intensidad para compensar la sonrisa oculta tras la mascarilla. Los dispensadores de hidroalcohol intentarán contribuir a una apariencia de seguridad que se verá apuntalada por el gatillo fácil del flis-flis que dispensan generosamente los trabajadores del sector servicios para proteger a sus clientes.

Bienvenido Mister Marshall, “Spain for sure”. Este es el eslogan y el mensaje que quiere transmitir el Gobierno al exterior. Una frase hecha que suena más a desiderátum que a realidad y que tiene el valor que se le puede dar a una declaración parcial de quien tiene un interés particular.

La nueva normalidad nos hace la vida un poco más amarga, pero los turistas nacionales e internacionales pueden confiar en que España es segura, porque queremos creer que el Covid-19 lo pensará también y nos respetará hasta el rebrote del otoño que se da por descontado. 

Hasta entonces, el estío dará el poder de la inmunidad a los viajeros de bermudas y playeras y las parejas podrán programar sus nuevas lunas de hidrogel, para hacer el amor con mascarilla, como recomienda un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard. Unos cachondos que al menos dejan claro que el humor no es nuevo, es el mismo de toda la vida.

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