Opinión

Los "por supuestos" de Sánchez

Por supuesto que Sánchez no llegó a la Moncloa -tras una árida travesía del desierto- para pasar desapercibido o ser un presidente sencillo y gris, de perfil plano, ni mucho menos austero. Él lidera la izquierda auténtica, el progresismo de verdad y está a los mandos de la máquina de la política del cambio, fiel reflejo de sus ideas frescas y efervescentes.
Lejos de pensar en la convocatoria de elecciones -ilusión onírica de Rivera y Casado-al no contar con apoyos para la gobernabilidad tranquila, ha firmado con Podemos un acuerdo para los Presupuestos Generales del Estado, que supone contar, de momento, con el respaldo moral pero insuficiente del partido morado. Con americana y la camisa planchada y por dentro del pantalón, Pablo Iglesias, como un primus inter pares, refrenda los "por supuestos" de Sánchez, que no los presupuestos, para cuya aprobación hará falta más que flashes, gestos y buenas intenciones.
Podemos no quiere perder el paso y el impulso del PSOE y se retrata sin fisuras secundando las medidas del acuerdo, que incluyen propuestas como el ascenso del salario mínimo interprofesional a 900 euros -brutos-, o una mayor dotación para el Plan Estatal de Vivienda. Es una gran noticia que solo un loco -o tal vez la oposición o la patronal- no compartiría con alegría. Subir las pensiones un poquito y vincular de nuevo su revalorización en función del IPC es, por supuesto, muy positivo, igual que el aumento significativo -sin concretar- de las ayudas a la Dependencia. El acuerdo recoge también medidas para la conciliación como reforzar los permisos de maternidad y paternidad y garantizar su carácter igualitario e intransferible.
Mayor financiación para becas y ayudas al estudio, la reducción de las tasas universitarias y otras medidas para restaurar el Estado de Bienestar son, por supuesto que sí, muy necesarias y emocionantes sobre el papel. Pero una cosa son los "por supuestos" y otra muy distinta los presupuestos, que por ahora están lejos de una hipotética aprobación real y condicionados a unos apoyos que, de lograrse, pueden suponer -paradójicamente- el fin del Gobierno y de la coalición ahora escenificada entre sonrisas de satisfacción.
Y, por supuesto, no nos podemos olvidar del hecho de que los Presupuestos Generales del Estado comprenden el conjunto de los derechos y obligaciones, los ingresos previstos y los gastos que como máximo se pueden comprometer. El incremento del gasto para afrontar todos estos magníficos propósitos compartidos no parece encontrar, por ahora, reflejo en la financiación.
Mi pareja y yo hemos acordado también que el año 2019 nos debe ir mejor. Saldremos más a cenar por ahí, buscaremos un piso nuevo, más grande, con vestidor; y por fin podremos viajar, más allá del pueblo. Se acabó sisarle a los niños de la paga del abuelo. En ello hemos quedado, y estamos contentísimos. Vamos a ver.

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