Opinión

La posonrisa

En 2017, el Diccionario Oxford designaba como palabra del año el neologismo “post-truth” o “posverdad”, término que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear o modelar la opinión pública primando los llamamientos a la emoción y a la creencia personal por encima de los hechos objetivos para influir en la sociedad, entiendo que de manera engañosa o poco rigurosa.
La política es terreno abonado para la “posverdad” y para las tan reiteradamente aludidas “fake news” o su más cutre denominación en castellano –noticias falsas- que sirven directamente al propósito de la desinformación. Es común al conjunto de las formaciones políticas, acusar al rival de mentir, de manipular la realidad o de ocultar información a la ciudadanía con el oscuro propósito de arrimar el ascua o el voto a su sardina. 
“Posverdades” y “fake news” están al orden del día, y nos corresponde a los ciudadanos creernos una y otras o bien reservarnos el derecho a pensar que en política y especialmente en campaña electoral el mentir –o no ser riguroso a la verdad por intereses partidistas- es como el respirar y esto es algo que viene de los principios de los tiempos.
Pero lo que es completamente novedoso y así lo quiero vender aquí -espero que me lo compren- es el término “posonrisa” o “fake sonrisa”, con el que me refiero a aquella con la que asomó Pablo Casado a la rueda de prensa tardía post electoral y que mantiene todavía en sus intervenciones públicas, con la que pretende dar a entender que el desastre del Partido Popular no es responsabilidad suya ni es para tanto. Los sesenta y seis diputados con los que contará el PP en el Congreso tendrán seguramente la misma sonrisa forzada, aunque no así los restantes miembros del partido que pasan a ser ex de la Cámara Baja y que recogerán sus ipads y sus iphones amargamente. 
Si quieren contraponer una “posonrisa” con una sonrisa de verdad, no tienen más que fijarse en la de Sánchez o en la de Rivera, en el mismo contexto, pero con resultados diferentes. No puedo referirme a la de Pablo Iglesias, porque he de reconocer que se le notaba poco satisfecho y así lo expresaba muy consecuentemente la expresión de su gesto, lo que le da un punto de honestidad en la asunción de su nuevo bagaje electoral, a pesar de su pretensión –ilusoria, por el momento- de entrar en el Gobierno. O en la sonrisa sincera de muchos españoles y españolas que votaron a la izquierda y ganaron. Los demás, o están con la “posonrisa”, o no están para coñas.

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