Opinión

El arte de callar

Pablo Casado bien hubiera querido ser esta semana Pablo Callado. Sus declaraciones en relación a la propuesta del Partido Popular de garantizar que las mujeres inmigrantes sin papeles que decidan voluntariamente dar a su hijo en adopción no sean expulsadas del país durante este proceso, han sido además de desafortunadas también malinterpretadas, según dice. Las califica de “fake news” o noticias falsas y se siente víctima de una manipulación que, sin embargo, nace de su ansia por llenar constantemente el mayor espacio mediático posible.
No es la primera ni será la última vez que el líder popular –y, seamos realistas, todos sus homólogos del resto de partidos también- o no expresan bien lo que quieren transmitir o no deberían haber comunicado a la opinión pública lo que realmente piensan, pues en ocasiones es un acto de sinceridad que, lejos de suponer réditos electorales, les hace perder simpatizantes y votos. A veces más vale callar y pasar por tonto que abrir la boca y demostrarlo, porque se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar y el hombre que no sabe callar tampoco sabe hablar. Como estos mencionados, muchos son los aforismos, proverbios o frases sobre el arte de callar, todos tan acertados como el que afirma que la mitad del mundo tiene algo que decir, pero no puede; la otra mitad no tiene nada que decir, pero no calla.
Otro ejemplo de noticia bomba fue la transmitida como titular en los principales medios de comunicación escrita estos mismos días, que decía que la Xunta de Galicia dejaría usar apuntes en las oposiciones para convertir al personal laboral en funcionario. Tal vez, fruto de una inadecuada explicación desde Función Pública o de unas mentes extremadamente permeables a la leyenda urbana de la figura del funcionario como ente privilegiado a nivel cósmico, se llegó a decir o a pensar que los candidatos en este proceso tendrían las preguntas y las respuestas del examen tipo test y que podrían además llevarlas a la prueba para obtener su plaza fija. “El personal laboral fijo de la Xunta que quiera ser funcionario tendrá las preguntas del examen” es un ejemplo real bastante ilustrativo recogido por un medio de comunicación gallego esta semana.
En realidad lo que la Xunta pretende es convocar un proceso para convertir en funcionarios a los trabajadores laborales fijos que se incorporaron en su momento a la Administración mediante su correspondiente proceso selectivo y unificar así, en la medida de lo posible, el régimen jurídico de su personal. Quienes participen voluntariamente en el procedimiento y superen las pruebas dejaran el régimen laboral para integrarse en el régimen estatutario de la Función Pública. Esta decisión, que no es pacífica entre personal y organizaciones sindicales, y el modo en que se ha hecho pública, ha puesto a los candidatos laborales al proceso de funcionarización al borde de un ataque de nervios. Aunque, nada más lejos de la realidad, con tantas facilidades para la conversión en funcionarios, nadie quiere ser el primero en suspender y ser señalado como el Forrest Gump –que de tonto no tenía un pelo- de la Xunta de Galicia. Así que las cosas, o se explican bien, o mejor tirar del arte de callar.

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