Opinión

Dulce misterio de la vida

En el último debate televisivo previo a las elecciones del pasado domingo, Pedro Sánchez, persuadido de su sacra áurea de Presidente, sin siquiera mirar a sus indignos contrincantes, negaba con la cabeza y rechazaba el conjunto de sus manifestaciones o propuestas. Las de Pablo Iglesias, en especial, le provocaban muecas de recelo y rechazo, por venir de una izquierda peligrosa e inconveniente para compartir el Gobierno de España.
Dio a entender no pocas veces el Presidente del Gobierno en funciones que Unidas Podemos no era de fiar –como mínimo- y que nunca podría ser un socio constructivo en su paradigmático Ejecutivo. No dejando lugar para el entendimiento, Sánchez no quiso asumir que el roce hace el cariño y que el amor también se hace. Hasta el domingo por la noche, claro.
La victoria pírrica del PSOE en un nuevo panorama político desolador obligó al líder socialista a salir a la tarima a anunciar con cara de pocos amigos y poca paciencia que habían ganado las elecciones y que, ahora sí, ahora Gobierno. No le quedaba entonces más remedio que llamar a Pablo Iglesias para decirle que le gustaría que se conocieran mejor, puesto que estaban llamados a entenderse o al caos. 
De ahí al abrazo cariñoso, que más pronto que tarde será el del oso, una docenita de buenas intenciones y muchas cámaras y flashes. Dando por hecho que el punto de partida del acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos servirá de base para constituir Gobierno con apoyos explícitos y abstenciones interesadas que no lo serán, no obstante, sin resistencias fingidas y contrapartidas envenenadas. “Habemus monstrum” seguro, pues nadie se atreverá a tomar de nuevo el camino de las urnas sin haber creado el monstruo primero. 
Pedro y Pablo están ahora condenados a conocerse de verdad, a marchas forzadas. Y aunque popular es el dicho de que si quieres conocer a Pablito dale un carguito, tal vez se sorprendan y encuentren el uno en el otro una bellísima persona y fragüen el inicio de una bonita amistad. ¡Oh dulce misterio de la vida, al fin te he encontrado! cantaban en el “El Jovencito Frankenstein”, al sorprenderse en la cama de las habilidades del cariñoso monstruo. El nombre de este engendro es el que utilizan con saña para referirse despectivamente al próximo nuevo Gobierno sus detractores más acérrimos, olvidando tal vez que al final resultó que Frankenstein tenía su corazoncito. Aunque me da que pronto será corazón “partío”.
 

Te puede interesar