Hoy solo puedo hablarles del coraje y el valor de un amigo que me ha mirado a los ojos para decirme con cariño que afronta con serenidad el final de una vida. De pronto me he dado cuenta que hasta ahora no había conocido el significado del verdadero valor. El valor de los valientes que como él luchan con fuerza y decisión contra la enfermedad que les pone en jaque; y el valor como la calidad y cualidad por las que una persona es apreciada y que en mi amigo desborda.
Después de las lágrimas a mí me ha dado coraje, pero no el de los valientes, sino el de la rabia, del disgusto, de la impotencia de revertir una situación que nos parece injusta y que no podemos cambiar. Él me ha mirado con la misma sonrisa amable que le caracteriza y con la calma de quien procura no transmitir la pena a los demás. Cuando dicen que el ser humano es extraordinario, sin duda piensan en alguien como él, que siempre tiene un gesto afable y una actitud positiva ante la vida. Da igual el día, si le preguntas él siempre está bien o muy bien.
Sin duda lo está, porque no se puede ser mejor ni compartir mayor felicidad entre quienes le rodean. Es pura energía y alegría, una bomba de racimo de cariño que se expande por donde quiera que pasa. Querido amigo, nosotros no saldremos en los libros de Historia, pero tú eres historia de vida, un ejemplo sin siquiera darte cuenta, una marca profunda en el alma de los que te conocemos y queremos. Yo solo soy un vecino que te aprecia mucho y que ha compartido risas que tan contagiosas son contigo. Un compañero de squash que se esforzaba por sacarte un punto y del que no te permitías abusar. Pero también alguien que reconoce la valía de un hombre que hace familia, que rezuma vida y que es todo corazón. Aunque suene a frase hecha y resignación, puedes estar seguro que tú te quedas siempre con nosotros. Un abrazo.
