Opinión

Cibersergas

El Sergas, por lo que a la atención primaria se refiere, parece sentirse cómodo en el mundo virtual y estira -quien sabe si hasta la consolidación definitiva- las consultas cibernéticas y telefónicas. Al cibersexo le ha salido un digno competidor, el cibersergas. Si el primero es un instrumento al alcance de la mano (nunca mejor dicho) para consolarse a través de internet muy en auge en estos tiempos de pandemia, el segundo nos abre a golpe de clic el portal del infierno si lo que necesitamos es acudir a la primera línea de la atención sanitaria asistencial.

Porque el Servizo Galego de Saúde ya nos advierte en su página web que debido a la situación generada por el COVID-19, todas las citas registradas desde internet serán de atención telefónica y que si necesitamos una cita presencial debemos contactar directamente con nuestro centro de salud. Si no somos parte de la población asfixiada por la brecha digital y nos manejamos con internet, esta circunstancia no nos causará demasiado trastorno y siguiendo las indicaciones procuraremos localizar el teléfono del centro asistencial esperanzados en que cuando hablemos con el empleado público que nos atienda conseguiremos ver a nuestro médico.

Sin embargo nos responderá al otro lado de la línea una voz metálica que nos dará la bienvenida al servicio automático de atención telefónica y que nos irá haciendo una serie de preguntas para discriminar nuestras necesidades de atención. Paso a paso iremos avanzando con ilusión expectante hasta el momento en que, una vez cerrada la fecha de la consulta y creyéndonos ya triunfantes, el ciborg de las narices termine la conversación diciéndonos que “esta cita será telefónica”. A mí me ocurrió y ahora lamento haber colgado con rabia antes de escuchar lo que venía a continuación, que supongo sería una risa cínica y estruendosa.

Y así, desamparado, mientras la atención primaria se protege en la red, yo tuve que salir ahí afuera como un flan (debería existir el término “flandemia”), dirigiendo mis pasos al ambulatorio, poniendo en riesgo grave mi salud, pertrechado con mi mascarilla y mi gel hidroalcohólico, porque entendía que la relación entre mi erupción cutánea, mis curas, mi hinchazón abdominal, se merecía una bonita atención presencial con mi médico. Y aunque las noticias apuntan siempre a que la atención primaria está desbordada, allí no había más que dos o tres empleados públicos agazapados tras sus mamparas y mucho espacio para el distanciamiento social, puesto que la gente o estaba en su casa intentando todavía conseguir su cita o automedicándose, confiando en que la dolencia que fuese derivase en un fuerte dolor de cabeza causado por los trámites administrativos, o bien no perdiendo la fe al menos en la medicina de urgencias. 

Afortunadamente todavía puedo contarlo. El facultativo de pago me atendió con mayor diligencia y pedí a continuación una cita telefónica en el Sergas para contarle  el periplo a mi médico de cabecera, que me escuchó con curiosidad desde su casa o su lugar de trabajo higienizado, a salvo de cualquier visita de pacientes potencialmente peligrosos. El cibersergas está al servicio de todos esos ancianitos que a dos manos manejan a su voluntad las redes mientras se bajan aplicaciones en su Smartphone y contactan con facilidad con el médico para contarle sus dolencias. Para los demás está la familia, el paracetamol y la resignación. 

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