Opinión

A huevo

Nada hacía sospechar a Abascal que el resultado de la moción de censura fuera el que vivió con estupor y hasta desconcierto. No contaba con que el varapalo en la Cámara Baja se lo fuese a dar precisamente el líder del Partido Popular y en esos términos, tan severos, tan inquisitivos y críticos en lo político e impersonales y distantes en lo personal. Santiago, que también tiene su corazoncito, escuchó con decepción como Casado rompía en su última cita (ya veremos).  

Antes del debate, el líder de Vox daría por descontada la censura más dura y el reproche feroz de la izquierda, así como la reprobación moral del resto de fuerzas políticas del Congreso, pero seguramente se relamía en su ensueño de ver cómo Casado se esforzaría en mantenerse equidistante, templado, contemporizando una vez más sin tomar riesgos ante la ultraderecha.

Sin embargo, Casado se olió la tostada. Como diría Félix Rodríguez de la Fuente, “el lobo salió con furor en defensa de su territorio y manada”. Y bordó un discurso político brillante –a juicio de Iglesias- que si lo tenía preparado en dichos términos tiene el valor de reconstrucción de los pilares de la línea política clásica del PP, y si fue improvisado en función de la defensa de la moción de Abascal, sirve para reivindicarse como valioso jefe de su partido y de la oposición.

Sea como fuere, el mérito mayor es de Vox, que con su discurso catastrofista, tramposo y “Trumpista” –puesto que casi lo copió de los fachosos panfletos de Trump- le dio una salida honrosa al Partido Popular, que no podía sino mejorar. Pablo Casado bien pudo haber empezado su intervención con un “me lo pone usted a huevo”, expresión  coloquial muy extendida que decimos -o al menos pensamos- cuando nos ponen tan fácil una salida digna o nos dan una gran solución.

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