Opinión

La senda del diálogo

A menos de una semana del inoportuno Consejo de Ministros en Barcelona, todavía no sabemos si Torra dejará de hacerse la "dama ofendida" y tendrá a bien recibir al presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Como la situación política actual se mueve con la estrategia de una partida de Mus, el responsable, por delegación de Puigdemont en la Generalitat, envida o echa órdagos, dependiendo del día o la ocasión, con el diálogo o con la ruptura.
Parece que en las últimas horas, siempre según Elsa Artadi, se quiere diálogo, pero condicionado a la aceptación de sus argumentos y, además, ambos presidentes irían acompañados de uno, dos o tres miembros de sus equipos, para dejar constancia de los compromisos.
Añade Artadi que verse para hablar de temas sociales es perder el tiempo porque, si de verdad esta fuera la preocupación de los españoles, el PSOE no habría sacado tan malos resultados en Andalucía. Y, con una pirueta dialéctica, viene a decir que mientras no se arregle el problema catalán, que es político por descontado, el socialismo no tiene futuro. Olvida que el trillado conflicto político ha sido comparado por su líder con la guerra de Eslovenia, donde la inmensa mayoría de la población (en un referéndum previsto en su legislación) votó a favor de la independencia de una Yugoslavia que se desintegraba. Y que, precisamente, el mayor problema que tiene la izquierda en estos momentos es la imagen de tolerancia ante los desafíos de Torra y Puigdemont, jugando a dúo a poner en jaque la imagen de la democracia en el resto de España.
Sin duda, era imprescindible "desinflamar", "rebajar", "calmar" el malestar de una sociedad catalana a la que se vendió la idea de una separación del Estado "opresor" sin mayores consecuencias, y de una Unión Europea esperando, con los brazos abiertos, a una nueva nación más libre, más rica y más feliz.
Cuando todo esto se demostró una falacia, lo políticamente inteligente era tender puentes. Pero no se midió la capacidad desestabilizadora del dúo Torra/Puigdemont, cuya única posibilidad de supervivencia pasaba por mantener prietas las filas e intentar demostrar que los de Esquerra Republicana son "traidores" y pusilánimes.
Ocurre también que, mientras Artadi proclama su obligación de defender los derechos de los manifestantes, y los CDR, a través de las redes sociales, llaman a "tomar Barcelona" para que no pueda celebrarse el Consejo de Ministros, la Generalitat ve como una provocación que se envíe a la Policía Nacional a salvaguardar el orden público.
Si, al final, el viernes 21, la imagen de la reunión del Consejo de Ministros es la de una Barcelona tomada por los violentos, se habrá dado a Sánchez el argumento para aplicar el 155. Pero, seguramente, habrá sido demasiado tarde, y la suma de las fuerzas de la derecha podrían ganar las elecciones municipales, las autonómicas e incluso las generales.

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