Opinión

En peligro de extinción

Curiosamente, el viernes se celebraban, al unísono en Madrid, la Cumbre del Clima y el aniversario de la Constitución en el Congreso. En el primer caso se trata de salvar la Tierra. En el segundo de preservar el texto legal que nos ha permitido vivir la tregua más larga de nuestra cainita historia. No es exagerado decir que tanto la habitabilidad de la tierra como la Carta Magna están en peligro de extinción.
La brutal campaña contra la activista adolescente Greta Thunberg es la forma con la que los negacionístas del calentamiento global dan rienda suelta a su ira. Les duele la capacidad de movilización y convocatoria de una chavala de dieciséis años a la que se acusa de estar al servicio de grandes inversores y de sacar rentabilidad económica a su lucha. Las redes sociales, tan útiles a la hora de difundir falsedades, han mostrado una supuesta foto de Greta con George Soros para demostrar su complicidad con los especuladores. Es falsa. Está manipulada. En realidad la fotografía es de ella con Al Gore, el ex vicepresidente norteamericano, gran defensor del medio ambiente, y cuya cabeza ha sido sustituida por la de Soros.
Forma parte del mismo intento de menosprecio hacia la conciencia cívica que sacó a la calle a miles y miles de jóvenes y familias. Los que, por el Paseo de la Castellana de Madrid, reclamaban menos discursos y más medidas eficaces para parar la catástrofe medio ambiental. ¿Cómo se puede cuestionar que participaran, según unos, quince mil personas y, según otros, medio millón? 
En cuanto al cumpleaños de la Constitución, que con tanto fasto se celebra cada año en el Congreso, no es de extrañar la atención mediática prestada a la distendida charla, con grandes risas, entre Espinosa de los Monteros de Vox y Pablo Iglesias. No son precisamente amigos, pero sí coinciden en su rechazo a dos pilares diferentes, eso sí, de la Carta Magna. El primero derogaría, si pudiera, el título referido a la existencia de las Comunidades Autónomas, y el segundo el que habla de la forma del Estado. O sea, aboliría la Monarquía.
A lo mejor se reían de como quedaría el texto constitucional si pudieran meterle mano. Pero, a lo mejor, al resto de los españoles no les hace la más mínima gracia. Y más, teniendo en cuenta que no son los únicos que, en la amalgama de grupos políticos del Congreso, considera que el texto del 78 es un impedimento para sus aspiraciones nacionalistas y populistas.
La única ventaja de la absoluta falta de consenso, entre los partidos políticos que defienden los puntos esenciales del texto constitucional, es que, en esta peculiar legislatura de duración incierta, ninguna sigla va a contar con la mayoría suficiente para proponer una reforma extemporánea del marco de convivencia. Lo que tanto sudor y lagrimas costó a la generación de la Transición.
Con que facilidad se menosprecia un consenso que los actuales dirigentes políticos son absolutamente incapaces de pergeñar.

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