Opinión

No sé qué está pasando

Es en la Constitución española donde se garantiza un derecho fundamental, que no es otro que el de la presunción de inocencia, en correspondencia con el que asiste a toda persona en condiciones de plena igualdad a tener un juicio justo, tal como se refleja en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 
Afortunadamente estos principios del Derecho que rigen en las sociedades civilizadas, protegen del ajusticiamiento popular y del linchamiento de la turba a aquellos que son imputados por algún delito, que no podrán ser condenados en tanto que no exista una sentencia firme que establezca su condena. En orden penal del Antiguo Régimen una mera denuncia, adverada por dos declarantes libres, permitía al Juez inquisidor determinar la cárcel preventiva, siendo una de las conquistas esenciales del movimiento liberal alzar a rango constitucional el derecho de todo ciudadano sometido a un proceso penal a ser presumido inocente. 
Pero en la sociedad moderna asoman determinados colectivos, colectivos con intereses y colectivos con intereses inquisidores que retuercen tales principios que encuentran en la factoría de carne picada de buena parte de televisiones buen cobijo, cuando  no se guarecen tras el anonimato más cobarde e infame de las redes sociales. Veamos dos ejemplos.
Primero. Es obvio que estos principios jurídicos se han puesto en tela de juicio con la “Ley de Violencia de Género”, para muchos inaceptable (Montesquieu: “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”), ya que en su fundamento subyace que, ante la disyuntiva de la necesidad (cuestión primordial) de proteger a las víctimas y violar el derecho fundamental de la igualdad de derechos y presunción de inocencia, se ha escogido la primera opción. Ejemplo de cómo ante una realidad dramática, se ha escogido una solución ignominiosa.
Segundo. La infamia ejercida por quien acusa sin pruebas o desde al anonimato. “Calumnia, que algo queda”, para arruinar la vida y deshonrar a las personas. Víctimas en las que la herida y su infecto olor se alojan para siempre para resultar imposible el olvido. Porque la sombra de la duda, no desaparecerá jamás, aunque una sentencia favorable la intente aliviar. Han salido a la luz cuarenta y cinco denuncias de acoso contra Plácido Domingo. Cuarenta y cuatro anónimas. La única acusadora identificada denuncia que Domingo intentó ligar con ella y manifiesta que “no la tocó físicamente pero que no tenía dudas de sus intenciones”, “me tomó la mano, me besó ambas mejillas y me susurró al oído, ‘me gustaría conocer a mi rival’”.

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