Opinión

"Mobbing" maternal

El pasado año se han registrado en España la cifra de nacimientos más baja desde la posguerra; y no sólo eso, sino que también se ha registrado la cifra de fallecimientos más elevada. Para que la población de un país no descienda, sin inmigrantes, el número de hijos por mujer ha de ser de 2,1. Pues bien, la media de la Unión Europea es de 1,6, siendo España quien presenta la tasa más baja (1,3), teniendo en cuenta de que en estas estadísticas ya se incluyen los hijos concebidos por la población inmigrante. Por tanto, aunque la realidad no nos es ajena, resulta especialmente dramática en nuestro país, sin que parezca que este problema se perciba como primordial en las agendas de nuestros gobernantes.
Sin entrar en las causas por las que las parejas renuncian a tener hijos, lamento decir que lo que está detrás del Decreto aprobado para ampliar el permiso de paternidad, no responde precisamente a dar respuesta a la inquietante situación de la natalidad actual ni a contribuir a solucionarla. Recordemos que en los países nórdicos esta medida no incrementó la tasa de fecundidad, sino que, al contrario la redujo. Nada de amplitud de miras hacia uno de los más graves problemas de nuestra sociedad, y mucho, otra vez, de ideología de género a golpe de decretazo, ya que esto debe ser muy “extraordinario y urgente”.
En realidad de lo que se trata es de aplicar a los hombres el “mobbing” laboral que sufren las mujeres cuando quieren ser madres. La maternidad es vista como una penalidad laboral y es causa de una parte de la brecha salarial entre los sexos. Pues la bombilla se enciende y se decreta que se aplique a los hombres un perjuicio equivalente (recordemos que hay quien propone que estos permisos sean intransferibles y de obligado cumplimiento). Es decir, los padres no pueden decidir por sí mismos si, él o ella, resulta más apto para el ciudadano del bebé y por tanto transferir entre cónyuges el permiso. No. El Estado decide sobre el asunto en contra de lo que puede resultar mejor para el bienestar del niño. 
Necesitamos políticas no ideologizadas que mejoren la vida de las parejas, incentiven la natalidad y mejoren la conciliación laboral, no manejos que igualan en lo peor. En lugar de evitar o aliviar el dolor de quien sufre (en este caso las mujeres), se decide que todos sufran por igual (también los hombres). 
 

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