Opinión

La miseria como modelo

Nunca lo ha ocultado. El sucesor de Julio Anguita, el que fuera líder histórico de Izquierda Unida fallecido el pasado sábado, siempre se ha mantenido orgulloso de su ideolología abiertamente comunista; recientemente (2017), Alberto Garzón publicó el libro “Por qué soy comunista”, y en la reciente sesión de investidura volvió a hacer patente su incondicional militancia. No se le conoce trabajo productivo alguno, salvo el tan socorrido pulular por departamentos universitarios y asociaciones varias, hasta que en 2011 fue elegido el diputado más joven del Congreso por la provincia de Málaga, con el ferviente apoyo de notables como Juan Diego Botto, Carlos Bardem y Antonio de la Torre. Es autor del siguiente “tweet” que se publicó en 2012: “El único país cuyo modelo de consumo es sostenible y tiene un desarrollo humano alto es… Cuba”.

¿Sería posible que un personaje con este perfil pudiera dirigir un Ministerio de Consumo de algún país de la Europa moderna? Sí. ¿De qué país hablamos? De España. Olé. Desde la II República, ningún comunista volvía a formar parte del ejecutivo español. Lo hizo realidad la coalición PSOE-PODEMOS, que encaramó a Garzón para pilotar el ministerio de nueva creación que habrá de velar por la protección y la promoción de los derechos de los consumidores y usuarios. El de Consumo. Precisamente un departamento que sería bien complicado de gestionar en Cuba, donde con un salario medio de 28 dólares se ha de aspirar a una cesta de la compra importada a precios mundiales, dado que el país no produce nada. 

Pues el iluminado ministro, que no ha dado palo al agua salvo los que habrá dado durante su mes de luna de miel en Nueva Zelanda, la ha vuelto a armar con sus duras declaraciones contra el sector que hoy por hoy representa más del 13% de la economía española y casi el 15% del total del empleo. Casi nada. Recuerdo que, en primero de carrera, ya nos advertían de la excesiva dependencia de la economía española al petróleo y al turismo: “mientras nosotros damos tapas de ensaladilla y acomodamos tumbonas, otros hacen bienes de equipo de alto valor añadido y protegen sus economías”. Pero parece evidente que, desde entonces, ningún gobierno ha sabido modificar el modelo productivo español. Y no habrá sido culpa, digo yo, del sector hostelero, que ha seguido tirando del carro, renovándose y haciendo lo posible por competir con el resto de la oferta mundial del sector.

Así que, mientras esperamos sentados a que algún gobierno se tome en serio lo de modificar el manido modelo que tanto critica el ministro, éste podría abstenerse de criticar al sector que permite mantener a este país funcionando desde hace décadas. Pero, sobre todo, alguien debería de cesarlo de manera fulminante, y de paso, cesar a quien lo propuso como ministro, por resultarle inspirador el modelo de racionamiento y estraperlo que sufren los cubanos desde hace ya demasiado tiempo.

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