Opinión

Lo que tenemos, Libertad

Todos nos preguntamos cómo va a ser nuestra vida inmediatamente después de ganarle la guerra al virus. Después del primer fin de semana de confinamiento, de lo que no cabrá duda es que la plata brillará más que nunca, los armarios estarán más ordenados, habremos montado un gimnasio en casa y estaremos limpios de más, hasta por encima de nuestras posibilidades. También seremos más pobres, ya que es evidente la amenaza de enfrentarnos con una más que probable recesión económica global.

Pero en otro orden de cosas, una de las huellas que más está marcando el estado de alarma nacional que el gobierno ha decretado, son las limitaciones y restricciones impuestas sobre las libertades individuales del ciudadano. Algunos derechos y libertades que han sido temporalmente suspendidas son, entre otras,  la libre circulación y desplazamiento de personas, la interacción entre ciudadanos, el trabajo, el libre comercio, el sometimiento a una única administración, la ocupación de industrias, fábricas o explotaciones de cualquier naturaleza, las requisas temporales de todo tipo de bienes o la imposición de prestaciones personales obligatorias. 


Ante el recorte de libertades tan relevantes, un par de reflexiones.

Primero, hay que reconocerle a la ciudadanía, salvo anécdotas, el descomunal ejercicio de sometimiento responsable que está realizando ante el estado de alarma impuesto por el ejecutivo. Sobre todo, y esto es relevante, cuando no hacía ni cinco días que el mismo ejecutivo se hizo el muerto, cuando no alentó, la celebración del mitin de Vox en Vistalegre y las manifestaciones del 8M, estando como estaba la situación. Porque es muy difícil de asimilar para la ciudadanía y obligarla a pasar de esto, y de decir que estábamos frente a una mera gripe o que no era necesario cerrar colegios porque no ayudaría a frenar la expansión del Coronavirus, a pasar a recluirnos a cal y canto en casa durante quince días y, tal como se está diciendo hoy, a cerrar las fronteras con el exterior.

Segundo, sería del todo deseable que con la victoria a la pandemia, se recobre y el miedo no lo merme, el deseo de recuperar las libertades perdidas. Hay que apoyar que el Estado, con nuestros impuestos, proteja y defienda derechos naturales, como la salud, y trate de evitar la propagación de la pandemia, incluso, con la suspensión temporal de nuestras libertades como último recurso. No es caso de una intrusión malévola y liberticida en nuestras vidas. Pero tampoco quiere decir que las libertades anteriormente citadas sean otorgadas por el Estado sino que, más bien, son derechos inalienables que nadie debería tener derecho a arrebatar y que tenemos que defender y valorar, tal como deberíamos hacer con las personas; cuando se tienen, no cuando se pierden. Si todo esto, nos ayuda a apreciar más lo que tenemos, la batalla habrá valido la pena.

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