Opinión

El rebrote

Parece que los datos estadísticos empiezan a marcar una tendencia positiva, aunque los cálculos que se han ido utilizando no hayan sido homogéneos, uniformes o análogos entre comunidades autónomas y resto de países. Los contagios continúan aumentando pero, desde hace ya una serie de días, con incrementos cada vez menores con respecto a los anteriores. Llegará un momento en el que transitaremos por una serie de días en los que los contagios serán elevados, pero estables. Y para concluir, alcanzaremos la senda en la que los infectados cada día sean menores a los de días precedentes. En ese momento, podremos afirmar que España empieza a controlar la pandemia. Por el camino habremos dejado, quizá, más de 20.000 muertos, cientos de miles de desempleados y un futuro macroeconómico desolador, mientras que la casta política se devora a sí misma en una desenfrenada bacanal de acusaciones de irresponsabilidad, improvisación e ineptitud con las que se haya gestionado esta crisis sanitaria. El estado natural del político le conduce a la aniquilación continua de su oponente; la máxima hobbeliana en su máximo esplendor. 

Pero bueno, al menos, habremos empezado a dejar de morir; a un coste elevadísimo y con nuestro sistema sanitario puesto contra las cuerdas porque, aunque con las carencias consabidas, en España no hacemos distinciones entre los mayores y dependientes y los jóvenes y fuertes. 

Habrá pasado la ola de devastación que nació en Wuhan, pasó por Italia y arrasó España. Pero los que vivimos en puerto de mar sabemos con certeza que, cuando la ola que ha pasado se encuentre con un obstáculo, tarde o temprano, llegará una contraola desde la misma dirección en la que desapareció la primera. Hay decenas de países que harán de batiente a la marejada, países que todavía no la han sufrido y que no están, ni por asomo, preparados para combatirla, y en los que la pobreza y la miseria serán goloso pasto para la insaciable pandemia, que arrasará con millones de personas sin recursos. No se pueden imponer medidas de confinamiento en países como India porque, a pesar de ser el tercer país con más ricos del planeta, la gran masa social carece de hogar y de alimento, por no hablar de un buen número de países latinoamericanos o de todo África (he oído hoy mismo que Uganda tiene más ministros que camas de UCI). Tampoco soy optimista para no pensar en que la escasa ayuda que puedan enviar los exhaustos sistemas sanitarios de occidente se quede en manos, como siempre, de las élites extractivas que sempiternamente han masacrado a sus sociedades.

Hemos fallado estrepitosamente en la primera fase, la de previsión, y hemos hecho lo que hemos podido y sabido en la segunda, la de cura y previsión del contagio. No podemos permitirnos volver a fallar en la tercera. Cómo vamos a prepararnos para evitar el rebrote de éste o de la propagación de un nuevo virus futuro. Deberíamos de empezar a oír que se inicia la constitución un organismo nacional centrado en esta cuestión, en la del tercer mundo y en la del rebrote.

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