Opinión

El nuevo petróleo

Hace ya algún tiempo tuve conocimiento de unas curiosas declaraciones que pronunció Juan Verde, canario con vinculaciones orensanas y que estuvo en la cumbre de la política estadounidense, al ser nombrado en 2009 subsecretario de Comercio de la Casa Blanca durante el mandato de Obama. En ellas, manifestaba que los analistas políticos son capaces de predecir, con una fiabilidad del 96 %, el sentido del voto del elector estadounidense, tan solo, con conocer tres datos. Se trata del nombre de la persona, su código postal y la marca del coche que utiliza. Solamente con estos tres datos, los responsables de la campaña demócrata saben si tienen que invertir o no en publicidad para influir en el sentido del voto allá donde se ubiquen los votantes objetivo. 
Una primera reflexión que me vino a la cabeza fue preguntarme cuánto estaría dispuesto a pagar el partido demócrata por esos tres simples datos que podrían comprarlos a cualquier plataforma en la que de manera inocente se hayan facilitado previamente. Y, consecuentemente, me pregunté también por el valor que puedan tener todos los datos que atesoran plataformas como Instagram, Whatsapp, Twitter, Facebook o tantas otras utilizadas a diario para hacer compras, como Amazon, o que se utilizan para socializar, como Tinder. Ya se pueden imaginar que todas ellas atesoran unos cuantos datos más que los mencionados por Juan Verde; una multitud de información sobre nuestros hábitos de consumo, ocio, relaciones, información, … que hacen billonario varias veces el valor de estas empresas. Compruebe las aplicaciones que tiene o ha tenido en su teléfono ya que, según la consultora  Kaspersky Lab, el 83% de las aplicaciones que instalamos en nuestros móviles acceden a datos sensibles. No son dinero como tal, pero estas empresas saben monetizarlos muy bien.
Podríamos estar hablando de un nuevo petróleo para una nueva revolución industrial, esta vez, digital. Queremos proteger nuestra intimidad cuando cerramos las persianas para que le vecino no fisgonee a través de la ventana pero, por otro lado, hacemos un ejercicio de exhibicionismo integral en las redes sociales; gratis.  
No pretendo criticar en ningún caso la propagación de las redes en la era digital, ya que contribuyen a democratizar y limitar el control ejercido por el Estado sobre el flujo de información que genera la sociedad, pero debemos de ser conscientes de lo que estamos haciendo al entregar nuestros datos más sensibles e íntimos en estas plataformas. Aunque también creo que se articularán necesariamente nuevos mecanismos para que podamos conocer, con mayor transparencia y precisión, el destino y la trascendencia que tiene la entrega de estos datos sobre nuestra intimidad, tal como sucedió con las cláusulas que aceptaban, aparentemente sin conocimiento, los deudores en las operaciones hipotecarias.

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