Opinión

Efecto cobra

Desde que en el súper te preguntan si quieres bolsa, para que en el caso que digas que sí te cobren diez céntimos, el consumo de éstas ha bajado de una forma sorprendente. Me lo cuenta Mari Carmen, que lleva trabajando un porrón de años en el que tengo debajo de casa. Cualquiera podría pensar que la medida ha sido extraordinaria para contribuir a poner freno a la degradación del medio ambiente. Pero es posible que nos equivoquemos o, al menos, que debamos escuchar a quienes matizan la eficacia real de este tipo de medidas. En primer lugar, porque Europa solo es responsable del 0,28% del plástico que llega a los mares a través de los ríos, haciendo que esta medida aparentemente salvadora del planeta, no contribuya en absoluto a tal finalidad. Y en segundo lugar, porque ha provocado un efecto imprevisto; ha incrementando de manera exponencial el consumo de bolsas de basura tradicionales, ya que los hogares han dejado de reciclar las del comercio que reutilizaban como bolsas de basura. Esto es lo que los economistas llaman “efecto cobra”, que es un fenómeno que se presenta cuando la implantación una política para corregir un problema determinado da como resultado un efecto no deseado cuando no, uno contrario al esperado. 
El término proviene de una circunstancia acaecida durante la administración Británica en la India colonial. En su afán por erradicar el número de cobras que provocaban numerosas muertes entre la población civil, decidieron incentivar su captura otorgando recompensas a todo aquél que matara y presentara el cuerpo del reptil ante los funcionarios. Al principio, parecía que la medida política daba buen resultado ya que la población de serpientes disminuía considerablemente. Pero el espíritu emprendedor está siempre ávido de oportunidades y, al poco tiempo, muchos avispados pergeñaron una nueva forma de hacer negocio. Empezaron a criar cobras a destajo para vivir estupendamente a costa de obtener la generosa recompensa, que fue derogada en cuanto la administración británica descubrió el pastel. Cuando los criadores vieron truncado su lucroso modo de vida, liberaron a los animales y la población salvaje de cobras aumentó espectacularmente, junto a los efectos que los reptiles ocasionaban a la población.
No son pocas las probabilidades de que la intervención política teledirigida para intentar solventar los problemas que alguien decide que son importantes, pueda devenir en efectos totalmente contarios a los esperados. En el ámbito de las prestaciones y políticas activas de empleo, la evidencia del efecto cobra resulta palmaria. La venerable preocupación por evitar que las personas que han resultado excluidas del mercado de trabajo y el bienintencionado deseo de la administración de integrarlas laboralmente ha desembocado a que Andalucía sufra una tasa de paro estructural insostenible y haya sido un cómodo asiento para una descomunal trama corrupta.

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