Opinión

Carnaza populista

Creo que se puede estar de acuerdo en que la inacción e irresponsabilidad de los gobernantes son una de las principales causas del descrédito e indignación que los ciudadanos proyectan hacia las instituciones políticas promoviendo, inevitablemente, la irrupción de fuerzas populistas. En España tenemos un claro ejemplo con PODEMOS y VOX. Nos puede alarmar su existencia, pero más triste es que les hayamos dado argumentos para que existan.
Puede que compartamos sus diagnósticos, nos haga más o menos gracia sus desacomplejados juicios o sea de agradecer que suministren a diario material para amenizar las reuniones de amigos o charlas de café. Pero sueltan a diario su carnaza para que entremos al trapo en debates improductivos por su anacronismo y estériles por su más que discutible afectación en nuestra vida real. Ocupan telediarios, tertulias y manifestaciones. No es un problema en España el asunto de las armas (aunque se puedan criticar los criterios de autodefensa), las mujeres no mueren en el seno doméstico por el hecho de serlo (aunque persista un importante poso machista en nuestra sociedad), la brecha salarial no es generalizada (aunque existan situaciones laborales humillantes), Pablo Iglesias no es Stalin (tampoco Abascal es Hitler) y Franco dejó de ser un problema hace 40 años; nos debería importar un bledo su exhumación, la vida privada y las empresas que hayan tenido o tengan los políticos, el toro de la Vega, o las puertas giratorias.
Mientras el debate se quede en este nivel, mientras los telediarios y televisiones ocupen sus espacios en dar cobertura permanente a estos contenidos, se dejará de hablar de lo realmente importante, de las revoluciones pendientes de acometer. 
Una revolución educativa cohesionada, libre de arbitrios burócratas, localismos y adoctrinamientos, fecunda de esfuerzo, promotora de la excelencia y de élites de altura intelectual; que renuncie a la mediocridad y al engendro en serie de individuos cretinos, infantiles e ignorantes.
Una revolución democrática que garantice la igualdad de oportunidades y derechos, que refrende la auténtica división de poderes, que haga cumplir la ley y que no proteja a nadie de no hacerlo, que defienda la libertad del individuo y la propiedad privada.
La revolución liberal en la economía, que afronte con responsabilidad un déficit y una deuda pública feroz, un sistema de pensiones quebrado, una tasa de paro infame y un sistema fuertemente intervenido e hiper fiscalizado.
Pero las calles no se llenarán de manifestantes y las televisiones continuarán picando carnaza.

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