Opinión

Abanca y su Universidad intervenida

finales de 2018 conocíamos que la Xunta de Galicia, a través de la Secretaria Xeral de Universidades, estudiaría la propuesta presentada por Fundación Galicia Obra Social-Afundación (Abanca) para promover la que sería la primera universidad privada de la comunidad gallega, con contenidos que girarían en torno al ámbito empresarial y que llevará el nombre de Universidad Internacional de la Empresa (UIE). El citado organismo  se encargará de estudiar y valorar la propuesta mediante la emisión de un informe en el que se comprobará su pertinencia socio-económica. De las últimas novedades que se desprenden de los medios parece vaticinarse que los tramites burocrático-administrativos no harán posible su andadura antes de tres años, ante los requisitos impuestos tanto por la normativa estatal como por los autonómicos; estos exigen que la universidad sea "de calidad", que aporte "valor añadido" y que no se plantee "especular con la docencia ni ganar dinero".

Han leído bien. La burocracia lo pone bien fácil; la iniciativa privada ha de ser previamente censurada, fiscalizada e intervenida antes de ver la luz. La Secretaria Xeral de Universidades, estudiará la propuesta, que también revisarán los rectores de las tres universidades gallegas y los restantes miembros del Consello Galego de Universidades. La Consellería de Educación, Universidade e Formación Profesional instaría el expediente como anteproyecto de ley. Deberán dictar también informe al respecto la Axencia para a Calidade do Sistema Universitario de Galicia, el Consello Galego de Universidades y la Conferencia Xeral de Política Universitaria. Solo falta que se pronuncien los payasos de la tele. ¿Por qué no dejarán que sean los ciudadanos los que elijan si el modelo de universidad propuesta por Abanca es bueno o malo?

Probablemente, lo que Escotet pretenda es hacer una universidad mala, que no aporte valor añadido y que pierda dinero; justo eso, no vaya a ser que la universidad sea mejor y aporte más valor que la pública, tan cómodamente instalada en su jergón institucional. Y no vaya a ser que tengan que estimularse, renovarse y competir con un agente privado para no perder parte de su alumnado y credibilidad.

Estamos ante un nuevo y dramático ejemplo de hostilidad entre el Estado y el Mercado. El primero coacciona, impone y se inmiscuye en el segundo, que debiera ser el ámbito de las decisiones libres y de los contratos voluntarios. Lo que pasa es que genera también situaciones aparentemente complejas. Por este último motivo, por su complejidad, el Estado toma parte, pretende controlar, representar y liderar ese mundo complejo, no vaya a ser, de nuevo, que el ciudadano, libre, no vaya a ser capaz de hacerlo.

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