Opinión

Ruptura

Hay decisiones que son inevitables y por eso no es preciso darles más valor que el coyuntural que tienen. Todas las coaliciones, pactos de legislatura y similares tienen fecha de caducidad porque para presentarse a la convocatoria de las urnas cada una de las partes ha de hacerlo en solitario. Por ese motivo, la decisión de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de romper su pacto con Vox a dos meses de la celebración de las elecciones autonómicas carece de mayor relevancia. La solemnidad de Ayuso cuando proclama que “a partir de ahora cada uno sigue su camino”, después de dos años de convivencia y connivencia –rota por la ultraderecha cuando no le aprobó los presupuestos, es un gesto vacío, cuya demostración se verá si la presidenta madrileña no obtiene la mayoría absoluta y vuelve a apoyarse en Vox, porque no hay que olvidar que es la dirigente popular más próxima a los postulados de este partido. Lo mismo ocurrirá con los socios del Gobierno central, que romperán entre aspavientos estériles.  

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