Opinión

Patxi gana

Tan cierto es que lo peor que pudo hacer el PSOE fue entregarle el gobierno al PP con su abstención en la investidura de Rajoy, como que probablemente no le quedaba otro remedio dadas las circunstancias, las del país y las del PSOE. Tal vez convenga recordar aquella contradicción, aquél envenenado dilema, cuando, como se ha visto en el debate entre los candidatos, los discursos de Susana Díaz y de Pedro Sánchez se apalancan en los extremos de aquél suceso, amenazando con proyectarse, si gana las primarias cualquiera de los dos, al futuro. La política es otra cosa, y el PSOE debería encargarle a alguien que le recuerde qué es y le instruya sobre el particular.
Ese alguien que podría recordar al Partido Socialista qué es la política (el arte de la convivencia, no una bicoca para el medro personal) e instruirle sobre sus arcanos, estaba en el debate, bien que emparedado entre dos sujetos que no hacían otra cosa, por carecer de sentido político precisamente, que tirarse a la yugular. Ese alguien, Patxi López, era el único que podía acreditar una trayectoria, una reputación política, un conocimiento del socialismo democrático (deudor del republicanismo español de izquierda), y una verdadera adscripción personal, por lo tanto, a dicha ideología.
Pero Patxi López no sólo dio en el debate una lección política, sino también una de bonhomía entre dos furias que se atizaban como si se debieran dinero. Es cierto que en España hay un cierto gusto por los frikis (¿de qué, si no, llevar a Manel Navarro a Eurovisión?) y por el energumenismo, pero también lo es que, por eso mismo, necesita voces serenas y testas que piensen, no que embistan, y que inviten a pensar.
Designado de antemano como perdedor, lo que le honra, Patxi López resiste entre esos púgiles, Susana y Pedro, que se echan arena en los ojos y se prodigan en golpes bajos, Susana sobre todo. No ganará Patxi por eso, por sus cualidades y por haber ganado de largo el debate, pero el PSOE, en ese caso, perderá.

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