Opinión

La sabiduría del sondeo

Los sondeos electorales saben de las personas mucho más que las propias personas. Conocen, incluso, sus actos futuros, cuando éstas a menudo no saben ni lo que hicieron en el pasado.
En torno a un 40% de electores no sabe todavía, según los sondeos, a qué partido votará el 28 de abril, pero los sondeos sí. Da un poco de miedo, ciertamente, tanta clarividencia, pero ello no disminuye, sino al contrario, la admiración que produce esa inhumana facilidad para el pronóstico. Porque los sondeos, encima, no sólo saben qué van a votar los que no saben qué votar, sino que con esos votos futuros que creíamos tan inciertos componen la distribución de los escaños del Parlamento tras los comicios, y lo hacen, para que hasta los más obtusos lo entiendan, representándolo con pictogramas, en forma de gajos o de quesitos.
Los sondeos son sabios, de eso no cabe la menor duda, pero, como buenos sabios, son humildes, y en vez de apabullarnos dándonos el número exacto de escaños que sacará cada partido, hacen un ejercicio de modestia extrema y nos presentan los resultados con horquilla. Así, por ejemplo, aunque el sondeo está seguro de que el PSOE obtendrá 131 diputados, ni uno más ni uno menos, nos dice, bondadoso y condescendiente con nuestras limitaciones humanas, que, bueno, sacará entre 125 y 137. ¿Qué les parece? Lo que no sé es cómo podíamos vivir antes de que existieran los sondeos.
Las prisas, la ansiedad por conocer los resultados de algo que ocurrirá, si en el ínterin no se va el mundo al carajo, dentro de dos o tres semanas, nos dibujan una sociedad un poco pueril. Como, al contrario que los sondeos, no somos capaces de burlar al tiempo anticipándonos a él, nos inventamos los resultados, y, convencidos hasta las trancas de nuestra propia ficción, hasta aventuramos como ciertos los pactos, las alianzas y las coaliciones derivadas de ella. Con esas cábalas llenamos páginas y páginas, y horas y horas de radio y televisión, pero lo que no sabemos es que los sondeos hace mucho que se independizaron de nosotros, de nuestra fantasía, de nuestro albedrío, y que ahora, conquistada la sabiduría con dicha independencia, son ellos los que crean la realidad futura, y no los electores en las urnas.
La gente votará lo que dicen los sondeos, que son sabios y tan benéficos que nos dejan expresarnos dentro de una horquilla.

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